viernes, 29 de septiembre de 2023

El damero de la investidura (I)

En julio se celebraron elecciones generales anticipadas cuyo resultado parece más un damero que una sentencia dictada por las urnas. En vez de un claro mensaje de la decisión popular, lo que surge de los comicios es un complicado crucigrama de letras o siglas con las que se deberá formar la cita que permita, a quien lo consiga, ser proclamado candidato para una investidura exitosa. Si nadie logra resolver el damero, se deberán convocar nuevas elecciones que ofrezcan otro damero con combinaciones de siglas similares. Así es el juego.

En principio, aunque a sabiendas de que no había completado el damero con la cita a descubrir, el líder conservador intentó, sin mucho interés, rellenar las casillas que le permitiesen ser investido. Para ello, reclamó, sin tener todavía resuelto el damero, que lo propusieran como candidato, mientras cuestionaba a los demás jugadores por no ayudarle a descubrir la palabra oculta y por no dar como válido su incompleto crucigrama. Incluso pretendió crear normas nuevas que le permitieran proclamarse ganador por reunir el mayor número de puntos o votos, siendo perfecto conocedor de que no son los puntos sino el número de casillas completas o apoyos parlamentarios los que dan la victoria, pues permiten armar la cita oculta que hace ganador a un candidato. El jugador conservador sólo había podido descubrir las siglas de tres casillas: Vox, CC y UPN. Pero eran insuficientes para elaborar la frase `mayoría parlamentaria´ con la que se resolvía el damero y se ganaba el juego. Y se enfadó. Se enfadó muchísimo desde que vio el damero surgido de las urnas y al que tenía que enfrentarse.

Con todo, se le dio una oportunidad para que resolviese el damero con algo más de tiempo. Pero en vez de dedicarse a ello, ha empleado ese plazo en cuestionar y boicotear a otro competidor que podía presentar un damero mejor rellenado. Como jugador, no soportaba que nadie le ganase la partida. No se había preparado para ser derrotado. Y menos aun cuando creía que el juego estaba hecho a su medida, que iba a ganarlo de carretilla. Pero se equivocó: sobrevaloró sus fuerzas. Y desde entonces anda refunfuñando y haciendo advertencias apocalípticas y descalificando a todo el mundo que no admite su victoria por puntos.

Así, en vez de asumir su derrota y renunciar a cantar una victoria que nadie le reconocía, se dedicó a armar mucho alboroto, mediante amenazas y movilizaciones de sus seguidores, para que su competidor no pudiera ser propuesto o, si lo conseguía y ganara, deslegitimar su probable éxito. Es la triste reacción de un mal perdedor que no es nueva en su equipo, pues se trata de una  estrategia, algo chapucera pero bastante eficaz, que ya habían empleado en otras ediciones del juego, consistente en propalar infundios e insidias con mucho ruido para poner nervioso al público con el fantasma del rompimiento de España.

Fue justamente lo que hicieron,  en 2004, cuando se enfrentaron a Zapatero, un jugador novato recién ascendido en su equipo, que consiguió completar, contra todo pronóstico, aquel damero a pesar de batirse con otro jugador conservador, otro gallego apellidado Rajoy, todo un veterano que creía, como su paisano Feijóo actualmente, que la victoria estaba cantada. Y como hoy con el pretexto de una amnistía, aquellos perdedores de 2004 se emplearon a fondo entonces para deslucir la victoria del ganador mediante una agria campaña de movilizaciones, manifestaciones, mesas petitorias, boicots a productos catalanes, acusaciones de atentar contra la democracia y la igualdad de los españoles, con la excusa de una oportuna y aprobada legalmente reforma del Estatut de Catalunya, cuyo articulado era calcado al de Andalucía.

En aquella ocasión, como hoy, los perdedores vocearon indignados que aquel novel contrincante había incurrido, para completar el damero, en el uso de siglas de partidos independentistas y de herederos del terrorismo, como si tales siglas no formaran parte del juego y no fuesen representativas de la pluralidad parlamentaria que ampara la Constitución, siendo sus votos y apoyos igual de válidos que cualesquiera del Parlamento. ¿Les suena la argucia?

Se trata del mismo argumentario e idéntica reacción del actual perdedor ante un resultado que no ha salido como esperaba. Pero exhibiendo mayor hipocresía, porque hoy reconoce la validez de los apoyos de los nacionalistas catalanes y vascos si sirven para que el jugador conservador gane la partida, pero que considera inadmisibles si contribuyen a que el contrincante progresista complete el damero, como se prevé. De ahí esa reacción visceral y exagerada, basada en mentiras, bulos, tergiversaciones y descalificaciones, del actual perdedor, quien niega  legitimidad y hasta considera indigno cualquier acuerdo o resultado que no le favorezca.

Es así como, de aquellos barros, estos lodos que hoy enfangan y judicializan las relaciones de Cataluña con el resto de España. Y también la polarización, los enfrentamientos y la desconfianza que tensionan no solo la política, sino la convivencia entre catalanes y el conjunto de España. Sin embargo, esos perdedores enrabietados no escarmientan y continúan con el mismo proceder, como acostumbra el equipo que abandera el nacionalismo español intolerante, excluyente y antidemocrático. Por eso salen en tromba a demonizar a cualquiera que gane el damero si no pertenece a su equipo.

Todo lo que consiguió el candidato conservador fue perder el tiempo, obtener el fracaso previsto de su investidura, verse identificado con su único socio, la ultraderecha irredenta, lo que le granjea el aislamiento de todos los demás jugadores, y consolarse con un mitin callejero de autoestima donde pudo arengar a los suyos con sus manidas amenazas y aspavientos. Ni tan siquiera el apoyo senil de incorruptas “momias del 78” –no solo de su equipo, sino también de las del contrario- permitió que completara con éxito el juego. Su actuación fue todo un lío de contradicciones y bandazos que de nada sirvieron para que reuniese las siglas necesarias. El damero, al parecer, se le atragantó y no supo, no pudo o no quiso resolverlo como establece la normativa.

Porque, en vez de presentar al jurado parlamentario las casillas perfectamente rellenadas del damero, pretendió poner en cuestión las de su adversario, a pesar de que este todavía no podía competir, ni siquiera se había presentado a jugar. Buscó desesperadamente un cuerpo a cuerpo que el otro rehusó e ignoró ostentosamente. Consciente, al fin, de su inevitable derrota, sólo pudo intentar achacarla a supuestos principios que le impedían ganar a cualquier precio. Es decir, adoptó la actitud del zorro ante las uvas: no las cogía porque no estaban maduras, no porque no podía alcanzarlas. No se daba cuenta de que había asumido los postulados de su único socio ultra, y que lo alejan del resto de jugadores, cuando rechazaba el “adoctrinamiento en las escuelas”, las “visiones apocalípticas” del cambio climático, la “dictadura del activismo” de la transición ecológica, el “karaoke” del Congreso por el uso de las lenguas oficiales de España, y tachaba de “inmoral” a Pedro Sánchez por pactar con los independentistas. También por hablar del “encaje de Cataluña” sin explicar nada al respecto y demostrar, así, su evidente imposibilidad de entendimiento con los nacionalismos periféricos, incluidos los de su ideología conservadora, como son el PNV (vasco) y Junts per Catalunya (catalán).    

Fue de este modo como Alberto Núñez Feijóo, para desconsuelo en su equipo y seguidores, no consiguió las uvas que pretendía. Las 172 que logró arrancar, en las dos tandas en que pudo intentarlo, eran insuficientes para llenar el cesto de su ambición presidencial. No completó el damero, como estaba cantado. Tanto presumir, con paseíllo teatral a la entrada del palacio de juego, para acabar como un mal perdedor que sigue creyendo que le hacen “estafa electoral” y que su contrincante es un "cobarde", como le gritó su bancada en el Parlamento, porque no participa de su estrategia de enfrentamiento personal, a quien acusa de ganar -cosa que aun no se sabe- por plegarse a los “chantajes” de sus socios.

Fue, en fin, la crónica de una derrota anunciada. A ver qué hace ahora el contrincante progresista y actual campeón del juego en funciones. Todavía está en el aire el título.

viernes, 15 de septiembre de 2023

Los OVNI y la NASA

Cuando parecía olvidado el llamado, en mis tiempos, “fenómeno ovni”, gracias a los avances científicos y astronómicos que se disponen en la actualidad, ahora resulta que es motivo de especial interés nada menos que por la NASA, la agencia norteamericana del espacio y de la tecnología astronáutica. No es que la reputada institución astronáutica se alinee, como la mayoría de los ufólogos (estudiosos de los UFO, ovni en inglés), con los simpatizantes de la teoría extraterrestre de unos fenómenos que no parecen verse afectados por las leyes de la física, sino que pretende estudiarlos desde una perspectiva científica que posibilite hallar una explicación racional y demostrable a los mismos. En teoría, el mismo objetivo que perseguían todos los estudiosos de los “platillos volantes”, antes de que algunos de ellos –como fue mi caso- abandonaran frustrados el empeño, en gran medida por la negativa de las autoridades, de todas ellas, de abordar el problema con un mínimo de rigor e interés y de compartir información e investigaciones. Así ha sido hasta hoy, en que la misma NASA, nada menos, ha decidido crear un equipo de expertos para estudiar lo que ahora se denomina FANI.

Bajo este contexto, ha tenido enorme repercusión mediática, y especialmente entre los citados ufólogos, la publicación de un informe de un comité de la NASA sobre los UAP (Unidentified Anomalous Phenomena o Fenómenos Anómalos No Identificados, es decir, los FANI). Y ha tenido esa enorme repercusión por proceder de la agencia que lo patrocina, la NASA, puesto que la creación de tal comité de expertos parece respaldar las sospechas de los infatigables estudiosos de los ufos: que existe “algo que flota en el mundo” y es uno de los mayores misterios del planeta. La mera existencia de dicho comité alimentará, sin duda, el decaído interés que despiertan hoy en día los ovnis.

Porque no es mala cosa que se tomen en serio estos fenómenos (UFO o FANI) que, de manera recurrente y confiemos en que no intencionada, emergen a la actualidad informativa y atraen la atención pública. Aunque la mayor parte de los hechos o casos que lo componen puedan explicarse como fenómenos naturales o frutos de una actividad humana (experimentos, artefactos, etc.) todavía secreta para el público, parece conveniente que el residuo que carece de explicación posible merezca la atención y la dedicación de los más reputados expertos científicos en las materias concernidas y no en manos de voluntariosos profanos carentes de medios, capacidad y apoyos.

En cualquier caso, curándose en salud, el informe de la NASA concluye que “la ausencia de observaciones consistentes, detalladas y contrastadas significa que actualmente no tenemos datos necesarios para llegar a conclusiones científicas definitivas sobre los FANI”.  Y que “en este momento, no hay motivos para concluir que los informes existentes sobre FANI tengan un origen extraterrestre”. Como si de una maldición se tratase, siempre se obtiene el mismo resultado. Esto es, que de la repercusión inicial se desemboca en la ineludible y reiterada frustración del “no sabemos”.

Y para ese viaje no se necesitaban las alforjas de la NASA. ¿Tantos expertos respaldados por la mayor agencia espacial del mundo para eso? Acabamos como siempre: no sabemos la causa de unos fenómenos cuya existencia es percibida por todo tipo de personas, pero que apenas es registrada por la miríada de sensores que controlan la atmósfera y vigilan desde el espacio. Muchos avistamientos y testimonios de cabreros, automovilistas y algunos pilotos entre una larga lista de testigos de diversa y variada condición, pero ningún registro indiscutible de cuantos radares controlan el espacio aéreo del mundo, de las estaciones de vigilancia aérea civiles y militares que cubren el territorio de los países, de los telescopios astronómicos de observatorios oficiales o de aficionados, ni de las cámaras de los miles de satélites artificiales que continuamente mapean de distintas maneras la superficie de la Tierra y que detectan cualquier misil que acabe de emprender el vuelo en cualquier lugar del globo.

Si la poderosa agencia astronáutica, que se supone puede disponer de los recursos y acceder a todas esas fuentes de información y recogida sistemática de datos sobre estos “fenómenos anómalos no identificados”, solo es capaz de concluir que “no se tienen datos para llegar a conclusiones científicas sobre los FANI”, apaga y vámonos. A esa conclusión llegó hace décadas ADIASA, una asociación ufológica de adolescentes sevillanos,  y fue la razón de su disolución. Eso sí, el informe del comité de la NASA está bellamente editado. Se nota que cuentan con financiación suficiente. Algo es algo.    

lunes, 11 de septiembre de 2023

11 de septiembre: Allende

Hoy se cumple 50 años del fallecimiento del presidente de Chile Salvador Allende (1908-1973), quien se suicidó viéndose acorralado en el Palacio de La Moneda por el bombardeo al que sometió al edificio, con aviones y tanques, el golpista Augusto Pinochet. Con casco y un fusil, dejó su vida defendiendo la democracia de su país. Este médico, socialista y presidente de Chile (uno de los cuatro médicos entre los 500 militantes que fundaron el Partido Socialista de Chile) describió así su lucha: “Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. Tenía buenas intenciones y sólidas convicciones, pero se equivocó. El Golpe de Estado de Pinochet logró aplastar, con la criminal fuerza de las armas, la democracia y el Gobierno elegido en las urnas para implantar a continuación una sangrienta y férrea dictadura en el país, cuyas heridas todavía supuran dolor y división en buena parte de la sociedad chilena.

Hoy se rememora, con la muerte de Allende, el 50º aniversario de un sueño roto. Porque, con Allende, era la primera vez en la historia de Occidente que un candidato marxista accedía a la presidencia de un país a través de las urnas. Se convirtió, así, en un peligroso ejemplo para el resto de países. Precisamente por esa razón, el cruento y sanguinario Golpe de Estado fue organizado y patrocinado por Estados Unidos (EE UU.), decidido a impedir como sea un proyecto socialista de cambio social llegado al poder gracias a los votos de los ciudadanos. No podían tolerar que el Gobierno elegido en noviembre de 1970 en Chile, una auténtica revolución socialista por vía democrática, protagonizada por la Unidad Popular liderada por Allende y apoyada por la Democracia Cristiana chilena, prosperase y fuera emulado en otras latitudes de América y del mundo, hasta el punto de poner en peligro los equilibrios de poder y la preponderancia de EE UU en el sistema político global. Los papeles desclasificados que ya se hacen público en EE. UU. de las reuniones, iniciativas y maniobras conspiratorias que decidieron Richard Nixon, presidente, y Henry Kissinger, consejero de Seguridad Nacional, así lo atestiguan para vergüenza de quienes sientan su ética y honestidad concernidas. 

Y es que la vía socialista de Chile marcó entonces un hito en todas partes, también en España, donde aguardábamos impacientes el final de nuestra insoportable dictadura franquista, con la muerte en su cama del dictador (1975), para que emergiera una deseada e inevitable democracia. A tales ansias de libertad y democracia contribuyó también la Revolución de los Claveles, que derrocó sin disparar una bala la dictadura de Salazar de nuestro vecino e ignorado Portugal (1974).

Eran tiempos, por tanto, en que nuestras aspiraciones y compromisos políticos estaban nutridos por los sucesos acaecidos en el extranjero (ante la censura existente en España), que parecían  indicar la próxima caída, cual fichas de dominó, de las cadenas que nos inmovilizaban y asfixiaban, aquí, en nuestro país. Porque, como dice Muñoz Molina en un artículo reciente, “la única actualidad política en una dictadura es la que sucede en el extranjero”. De ahí que siguiéramos con atención las tristes noticias que llegaban de Chile y que tuvieron enorme eco en la prensa de entonces y,  en especial, en los medios progresistas que apostaban por la democracia y las libertades. Algunas de aquellas portadas se hicieron icónicas con el transcurrir del tiempo, como las de las revistas Triunfo o Cuadernos para el Diálogo. El rigor y la preocupación informativa las llevaban a cuidar con esmero la imagen y el diseño tipográfico con el que anunciaban, de un simple vistazo, el contenido que nos ofrecían.  Y es que, como destacan en un estudio* sobre “La prensa española y el golpe de estado en Chile”, elaborado por los profesores Alfonso Díaz y Raúl Bustos, de la Universidad de Tarapacá, de Chile,  “medios como Pueblo, Cuadernos para el Diálogo, Índice, Triunfo y Cambio16, que habían seguido con expectación y esperanza la experiencia socialista chilena (...), no ocultaron su tristeza por lo sucedido, pero, al mismo tiempo, denunciaban fuertemente el quiebre de la legalidad en Chile…”  

Sí, el Gobierno de Allende concentró grandes esperanzas y despertó enormes simpatías, fundamentalmente, entre quienes carecían de libertad y democracia.  No es de extrañar que se convirtiera en un mito para los movimientos de izquierdas. Muchas de las iniciativas que intentó poner en marcha, como la reforma agraria contra el latifundismo, la nacionalización de la minería del cobre (un recurso primordial de la economía chilena en manos de propietarios transfronterizos), la política sanitaria o las medidas sociales, supusieron el modelo a seguir para cualquier gobernante socialista del mundo. Pero se equivocó. No supo entender que se enfrentaba a los poderes establecidos y a los detentadores de la Fuerza y el Capital, quienes manejan los hilos desde Washington sin rubor y, como en este caso, con descaro. No valoró Allende el grado de lealtad a la democracia de sus Fuerzas Armadas, ni el respeto a la soberanía nacional de los centros de poder económico internacionales, ni siquiera previó la influencia en su país de la geopolítica de Guerra Fría en que estaba inmerso el mundo. No alcanzó, en fin, a medir realmente las fuerzas contra las que se enfrentaba con su pacífica y democrática revolución socialista.

Fue un idealista. También ante su propio final trágico. Acorralado en el palacio presidencial, haciendo frente al Ejército sublevado y dispuesto a matarle, fue capaz de emitir un último mensaje, antes de suicidarse, a través de Radio Magallanes, en el que se ratifica en sus convicciones:  “En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen, pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen”.**

Esa es la razón por la que cada 11 de septiembre no puedo dejar de recordar a Salvador Allende, una persona que con su conducta, coherencia intelectual y entrega por su pueblo contribuyó a que tomara conciencia política y forjara el ideario de mis convicciones a favor de una sociedad más justa, libre, tolerante y democrática.

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Notas:
* https://revistapaginas.unr.edu.ar/index.php/RevPaginas/article/view/639/780
**Salvador Allende. Biografía política, semblanza humana, de Mario Amorós. Capitán Swing ediciones. 2023.

domingo, 3 de septiembre de 2023

Arranca el curso

Se inicia un nuevo curso lectivo, económico y político -en la enseñanza, las empresas y la gobernanza de lo público, lo que de verdad condiciona la vida de las personas (no en lo tradicional, que lo marcan la cronología anual y las navidades)- en un mes de septiembre un tanto atípico, por aquello de unas elecciones generales en plena canícula de julio. Es el comienzo real de año. Y la verdad es que se presenta de lo más interesante y movido, no sólo por los condicionantes internos (nuestros problemas domésticos), sino también por el contexto global en que se produce (la coyuntura internacional). Parece conveniente, por tanto, alejar nuestra mirada del detalle para observar el conjunto del cuadro y poder valorar lo que representa.

Los colegios, institutos y universidades abren sus puertas a lo largo de septiembre para acoger las nuevas remesas de alumnos que inauguran cada etapa educativa con una ilusión que, desgraciadamente, irá menguando conforme se disponen, con los diplomas bajo el brazo, a ofrecerse a un mercado laboral endemoniado que apenas valora su formación y su esfuerzo. El mundo laboral solo tiene aprecio por la mano de obra barata, la disponibilidad cuasi absoluta a sus condiciones y las destrezas  y conocimientos que pueda aportar el empleado sin que sean remunerados. Aquello de la educación como “ascensor social” ha devenido frustración entre quienes se resistían a pensar que fuera un cuento chino para obligarlos a estudiar, y también entre unos padres que estaban convencidos de que, gracias a los estudios, sus hijos podrían escapar del destino familiar y acceder a un estatus social más elevado. Si a esa inoperancia de la educación unimos la inutilidad de unas leyes educativas que, cada dos por tres, son cambiadas por el gobierno de turno, un profesorado harto de promesas –y no me refiero a las salariales, que también- que se incumplen sistemáticamente y unos hogares que afrontan las carestías que conlleva cada nueva “entreé” escolar, lo más suave  que se puede decir del arranque del curso académico es que sólo los alumnos más ingenuos lo aguardan con inocente ilusión. Porque hasta la fecha ningún “libro blanco” elaborado al respecto ha servido para consensuar, tratándolo como Pacto de Estado, un verdadero Plan Educativo serio, fiable, eficaz, estable y duradero, ajeno a los tumbos de la política y a la tentación adoctrinadora de cada gobierno. Y así va, con ocho leyes educativas (una cada 8 años, aprox.) y una Evau –el último diseño de selectividad- cuya implantación se prorroga al próximo curso. ¿Cabe ejemplo más palpable de la eterna provisionalidad de la política educativa de España?

Mejor arranca el curso para las empresas y las finanzas. Al menos, para las grandes empresas que se reparten el pastel del comercio en nuestro país. Porque, después de tanto quejarse de los desajustes (menos ganancias) que padecieron -¡pobrecitas!- por culpa de la pandemia y los problemas que ha supuesto la guerra en Ucrania, las firmas más destacadas, en el balance anual que publican siempre en septiembre, muestran unos beneficios extraordinarios que hacen palidecer a los de años anteriores. Sobre todo en las empresas del sector de la energía (eléctricas, gasísticas y petroleras) y, por supuesto, las de finanzas (la banca). Para todas ellas, las crisis han supuesto una providencial oportunidad para incrementar sus resultados, con solo trasladar a  precios los costes adicionales que estas acarrearon. Son sus clientes quienes cargan con todos los sobrecostes, mientras el accionariado engrosa sus retribuciones. Hasta las cadenas de alimentación (distribuidoras y supermercados) vieron crecer sus rendimientos a pesar de la inflación, cobrando al consumidor hasta la bolsa para cargar la compra, cosa que, en todo caso, siempre habían hecho, prorrateando su coste en el  precio de los productos. No, el arranque de curso para las empresas y la economía no es en absoluto pesimista, sino todo lo contrario. Hasta la industria del turismo se ha visto agraciada con grandes beneficios, pues la temporada que acaba de finalizar ha sido espectacular, mejor incluso que las anteriores a la pandemia, aunque ya vuelven a quejarse de las dificultades en las que se enreda el Gobierno para  poner en marcha los viajes del Imserso. Nunca tienen bastante.

Distinto es el panorama político, de extrema polarización y mayor confrontación, después de unas elecciones generales que la derecha estaba convencida de poder ganar por goleada. Hay que recordar que se convocaron de manera anticipada tras el enorme batacazo del partido gobernante en las elecciones municipales y autonómicas. El PSOE, que perdió muchísimo poder local y regional, interpretó aquel resultado como una pérdida de confianza de los ciudadanos y creyó oportuno convocar a urnas para clarificar la situación. El resultado no ha podido ser más nefasto, tanto para la derecha, que ganó las elecciones pero sin conseguir mayoría absoluta, como para la izquierda, que obtuvo mayoría parlamentaria si logra el acuerdo con todas las formaciones de izquierdas, incluidos nacionalistas e independentistas. Así, el panorama político empeoró notablemente respecto a la legislatura anterior, ya que ahora no basta con repetir el acuerdo de la moción de censura. Ahora hay que pactar también con el partido cuyo líder está fugado de la Justicia por organizar un referendo ilegal y declarar fugazmente la república de Cataluña. Se trata, por tanto, de un panorama realmente endemoniado que alimentará, más si cabe, la polarización y la confrontación que soporta el país. Ninguna de las alternativas que se barajan, tanto si el PP y Vox consiguen culminar el proceso de investidura de su candidato, lo que parece improbable, como si el PSOE y Sumar aglutinan los apoyos necesarios para investir al suyo, lo que se antoja más probable pero no menos complicado, no augura una legislatura tranquila y duradera. Porque la tensión política se agudizará con cada votación parlamentaria y en cada iniciativa legislativa. Tampoco una repetición electoral, bien porque ningún candidato consiga la investidura, o bien dentro de unos meses porque gobernar en tales condiciones sea imposible, garantiza solventar el problema de la gobernabilidad de España. Tal parece que estamos condenados a chocar siempre con el empate entre los bloques ideológicos y la fragmentación parlamentaria. Y con la intransigencia de quienes son incapaces de alcanzar acuerdos con sus rivales políticos en favor de los intereses de la Nación.

Mientras tanto, el país se mantiene en “stand by”, con un gobierno en funciones que, por si fuera poco, asume la presidencia del  Consejo de la Unión Europea, hasta el próximo 31 de diciembre, organizando sus reuniones  y representándola ante las demás instituciones europeas, como  el Parlamento y la Comisión. De hecho, esta “interinidad” del actual Gobierno ha obligado que Pedro Sánchez retrasara por segunda vez su comparecencia ante el Parlamento europeo, donde debía exponer las prioridades que abordaría en el semestre de presidencia española de la UE. No puede presentar el programa, aunque esté elaborado y ejecutándose, puesto que todavía no se sabe quién será el presidente del Gobierno que culminará el semestre de presidencia española de la UE. Nada más rocambolesco.

Y todo ello enmarcado en un ambiente global de inestabilidad y enfrentamientos, si no bélico directamente, sí diplomático, comercial y de sanciones económicas con Rusia, por emprender la invasión y guerra de Ucrania; con China, por la desconfianza que entraña su penetración tecnológica y económica en Occidente, donde disputa la supremacía que ejerce EE. UU.; y con África, en la que se suceden los golpes de estado en los países de la Franja del Sahel, antiguas colonias de potencias europeas, y donde se engendran los mayores problemas que preocupan a Europa, como los del yihadismo y la migración, que alimentan las respuestas populistas y los votos a partidos radicales en nuestro continente.

En conclusión, el arranque del curso nunca ha sido más convulso como el presente, por la multitud de problemas y obstáculos que ennegrecen el futuro inmediato. Tanto es así que nadie descarta nada puesto que todo es posible, frase que evidencia la incapacidad de quien la pronuncia –o escribe- para aventurar cualquier vaticinio o prever alguna expectativa. Es mi caso, justamente. Habrá que seguir atentos.

viernes, 1 de septiembre de 2023

Septiembre


Es pronto, pero es septiembre,

cuando la luz declina en los ojos

y los humedece con la esperanza

de aquellos frescos días cautelosos.

 

Es pronto, pero es septiembre

que ya anuncia amaneceres breves,

con nubes encapotando los cielos

que emborronan la monotonía de los celestes.

 

Es pronto, pero es septiembre

el que emerge del calendario,

como adelanto de que el ciclo continúa,

para que el otoño escriba en mi diario.

 

Es pronto, pero hoy es ya septiembre.