lunes, 29 de noviembre de 2021

Huérfanos de Almudena

No puedo resaltar la calidad literaria de Almudena Grandes puesto que personas más cualificadas que yo, simple lector, ya lo han hecho y lo hacen con ocasión de su muerte, acaecida anteayer de manera súbita para los que desconocíamos la lucha que mantenía contra una despiadada enfermedad. Pero sí puedo destacar la orfandad que causa su ausencia a quien todos los lunes, sin faltar salvo en agosto, iniciaban la lectura del periódico por la página -la contraportada- en la que aparecía su columna de opinión. Porque era eso, precisamente, lo que buscábamos en el periódico: su parecer sobre las injusticias y opresiones que cada día azotan a los más desafortunados y humildes de nuestra sociedad: los perdedores de cualquier batalla contra los abusos y la iniquidad, y por la libertad, la justicia, la igualdad y la dignidad.

Una orfandad que se hace más honda al no poder tampoco leer su artículo quincenal en la revista dominical del mismo periódico, donde mezclaba opinión y relatos. Me imagino que esa cabecera mediática padecerá como nadie la pérdida de un colaborador que tanta confianza y admiración despertaba entre sus numerosos lectores. Porque eso es lo que generaba la escritora Grandes en sus seguidores: admiración, confianza y credibilidad en su manera de percibir y presentar los avatares de nuestro tiempo y lugar.

Nunca antes había visto llorar a nadie por la desaparición de una persona sólo conocida por su producción literaria. La relación que Almudena Grandes lograba establecer con muchos de sus lectores, basada en la claridad y sinceridad de su pluma, en esa honestidad para posicionarse a favor de los perdedores de todas las infamias de la existencia, tanto de la historia como de la ficción, ha hecho que los sentimientos aflorasen en los ojos de los más sensibles. Pero he presenciado esa emotividad en el entorno de mis seres más cercanos, haciéndome comprender la sutil pero firme ligazón que une a un escritor con su lector.

Serán legión los que llorarán su ausencia y más los que se sentirán huérfanos de la voz que hablaba claro desde el periódico y los libros a quienes atendían en silencio cómplice lo que decía. Echarán de menos esa luz que iluminaba el presente para denunciar sus miserias y esas novelas que desvelaban con sus personajes y sus vicisitudes nuestro pasado más bochornoso o nuestra manera de ser más repudiable. Descanse en paz la más grande de las Grandes, Almudena.     

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