miércoles, 3 de noviembre de 2021

Contra el coche

Que existe una política activa contra el automóvil en ciudades como Sevilla es de sobra conocido por cualquier ciudadano que haya osado adquirir un vehículo a motor para su uso particular. El coche todavía no es un artículo ilegal, pero ya es perseguido, restringido y sancionado como si fuera una droga, a pesar de los pingües beneficios que reporta a las arcas municipales. El Impuesto de Circulación, que todo vehículo ha de pagar religiosamente para poder transitar las calles, y el de Bienes Inmuebles (IBI), que grava las supuestas plusvalías que cada año genera una vivienda, son las mayores fuentes de ingresos de los ayuntamientos en cualquier pueblo o ciudad. Pero si finalmente comulgas con ese afán de expulsar el coche de las ciudades y te resistes a comprar uno, convirtiéndote en un eremita urbano, inmediatamente la industria del motor y el Gobierno comienzan a lanzar advertencias lastimeras sobre el descenso de producción en la industria automovilística y de las consecuencias que ello acarrea al volumen ingente de trabajadores que depende, directa o indirectamente, del sector. Al parecer, la solución pasa por comprar coche y dejarlo aparcado para no contaminar ni saturar la circulación, sustituyendo el vehículo privado por el transporte público para trayectos urbanos y metropolitanos. O, al menos, eso es lo que se deduce de unas medidas cada vez más coercitivas y hasta irracionales contra el automóvil.

Si no, observen la fotografía que ilustra este comentario. Toda una zona de aparcamientos, de más de ciento cincuenta metros de longitud, que era utilizada por los propietarios de las viviendas lindantes y los clientes de los comercios frente a ella, ha sido suprimida de la noche a la mañana, sin contemplaciones. La que existía en la acera opuesta, ya había sido anulada por la construcción de un carril para bicicletas. Se trata de una avenida importante, una vía radial que sale de la ciudad en dirección noreste, razón por la que se llama Carretera de Carmona. Por lo que se ve, ya no se trata sólo de prohibir circular, como si fuera un delito, sino también de aparcar, cosa al parecer tan grave o más que la primera. Echándole buena fe para asumir que no se deba circular, no se comprende por qué no se puede aparcar.

Es cierto que cada vez hay más coches mientras las calles y avenidas siguen siendo las mismas, salvo en áreas nuevas de crecimiento urbano en la periferia. La excusa medioambiental y la densidad del tráfico sirven para perpetrar estos despropósitos a la hora de presumir sensibilidad ecológica en municipios presuntamente “verdes”, pero sin que merme la recaudación fiscal. La idea es acabar con el coche en las ciudades, sin que se deje de comprarlos, de manera que sólo taxis, autobuses, motocicletas, bicicletas y patinetes conformen el parque motorizado de las urbes modernas. Y si usted no tiene garaje para su coche, vaya a buscarse la vida a otra calle, y continúe pagando su “sellito” del coche.

La situación, para más “inri”, sería de risa si no fuera porque a los “iluminados” de la iniciativa se les ha escapado las consecuencias de extrema peligrosidad que se podrían derivar. En su fanatismo por impedir cualquier posibilidad de aparcar, instalando marmolillos de hierro atornillados a la calzada, también están obstaculizando el acceso de ambulancias o bomberos a las viviendas o comercios de la calle que precisen de su intervención urgente. Además, se imposibilita, incluso, detener el vehículo para que se bajen quienes deban acudir a un Centro de Salud ubicado a pocos metros de esta zona de aparcamientos anulados. Si esta medida ha rendido algún beneficio a la circulación, cosa que se desconoce, ha sido a costa de provocar problemas y perjuicios mayores a los vecinos y viandantes de la zona. Sevilla aspiraba a ser la ciudad de las personas, pero no cuenta con ellas ni con sus necesidades de movilidad. Un hábitat sostenible no se consigue sólo con prohibiciones y sanciones que criminalizan al coche, sino concienciando sobre la preservación del medio ambiente y facilitando la transición a un modo más sostenible de nuestro estilo de vida, que, por cierto, nos ha sido impuesto. Y, de momento, sólo se ha optado por las multas y la demagogia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Este blog admite y agradece los comentarios de los lectores, pero serán sometidos a moderación para evitar insultos, palabras soeces y falta de respeto. Gracias.