lunes, 8 de noviembre de 2021

Encantamiento con Cuenca

Iba predispuesto a no dejarme sugestionar con el reclamo propagandístico de “Cuenca, ciudad encantada”, siendo consciente de que la publicidad genera expectativas que luego distan mucho de la realidad, no se cumplen. Lo mejor del mundo es, en la mayoría de las ocasiones, lo más normalito y habitual que puede hallarse en cualquier parte, donde se reproducen espacios, edificios, avenidas, jardines y comercios de marcas nacionales o transnacionales todos iguales, como clonados en cualquier urbe que se visite, y en que la única diferencia distinguible estriba en la gastronomía local o el acento de la gente.

Pero con Cuenca me equivoqué, al menos con su parte antigua, el centro histórico que se aferra a la roca que ha sido esculpida durante milenios por los ríos Júcar y Huécar hasta dejarla aislada de la serranía a la que pertenece. Entre las hoces que han cavado esos ríos se yergue el promontorio en el que los árabes fundaron una ciudad fortificada, rodeada de murallas y coronada por un castillo, que pretendía ser inexpugnable. Tales ruinas son los cimientos del casco histórico de Cuenca, al que se accede por empedradas calles empinadas que culminan en una especie de descansillo, un ensanche donde se ubica la Plaza Mayor, presidida por la Catedral, la primera de estilo gótico de Castilla, que mandó construir el rey Alfonso VIII sobre los restos de la mezquita de la fortificación árabe. Desde allí se continúa ascendiendo hasta alcanzar la cima del promontorio, coronado por las ruinas de un castillo medieval del que sólo se conserva parte del lienzo de su entrada, y desde donde la vista se extasía con la panorámica de esa Cuenca que desafía la gravedad con sus balcones voladizos, que sobresalen sobre los riscos de la roca, hasta convertirse en el símbolo más emblemático y turístico de la ciudad.

La verdad es que causa impresión esa singularidad trepadora de Cuenca para conquistar un terreno hostil y peligroso como mejor estrategia defensiva a lo largo de su historia. Hoy, dentro del recinto reducido de su casco histórico, aparte de las piedras y ruinas monumentales, podemos encontrar atractivos reclamos culturales, como son los Museos de Cuenca, el de Arte Abstracto y el de Ciencias de Castilla-La Mancha. Además, tabernas, braserías, restaurantes y otros establecimientos hosteleros salpican los rincones por los que serpentean las vías que suben y bajan la Cuenca más sorprendente que podamos imaginar y de la que no puedes evitar acabar encantado. El encantamiento con Cuenca es, en su caso, un hecho real y no un eslogan publicitario.   

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