lunes, 22 de agosto de 2022

Cuerdas para olvidar agosto

Este mes enlentecido, insoportable como el calor que hace huir a las sombras, está a punto de saltar del calendario. La mejor manera de despedirse de él es olvidarlo entre los acordes de guitarras o piano que ya apenas se escuchan, pero que legaron una forma y unos ritmos en la forma de arrancar melodías a esos instrumentos de cuerdas. No se excluyen canciones calmosas, tediosas como siestas sin sueño, que flotan en un aire quieto de melancolía. Estas son algunas de esas canciones que, durante este tórrido verano, alivian el sopor de la canícula. No son las más radiadas por las emisoras comerciales o las listas de éxitos, pero sí las que alimentan la cultura musical de los que las escucharon. Tampoco forman un canon exhaustivo o exclusivo, pues se trata sólo de un apunte para entretener el sopor, sin dejarse llevar por la moda impuesta por la propaganda. Y, por supuesto, no están todas las que son, pero sí son las que están. Y son estas:

Black Betty, de Ram Jam


I will survive, de Cake


Bang Bang, de Kaleo


Fortunate son, de Credence Clearwater Revival


Waiting for you, de Nick Cave


Hawk Circle, de Will Ackerman y George Winston


Mediterranean Sundance, de Paco de Paula y Al Di Meola




lunes, 15 de agosto de 2022

¡Como no llueva…!

A esa imploración se reduce nuestra esperanza de que el otoño resuelva la “pertinaz” sequía que padecemos y que amenaza el estilo de vida al que estamos acostumbrados, en el que el agua es un componente básico, inagotable y asequible. Si no se remedia la situación, nos vemos abocados a mayores restricciones para la industria y el consumo doméstico que nos harán recordar aquellas imágenes de tribus que transportan tinajas de agua sobre sus cabezas desde pozos lejanos hasta sus chabolas. Y si no llegamos a tal extremo, nos veremos obligados, cuanto menos, a olvidarnos del despilfarro con el que malgastábamos un agua que cada vez será más escasa. 

Habrá que seguir rezando porque no somos capaces de ajustar nuestro comportamiento en el planeta en función de sus limitados recursos. Seguimos sin tomar en serio las políticas de sostenibilidad y racionalización del consumo. Arrasamos con todo: esquilmamos los mares y desertizamos la tierra de tanto explotarlos con afán de lucro, no por mera sobrealimentación de algunos y hambre para muchos. Todo ha de ser intensivo, las granjas, los cultivos, la pesca, para que sea rentable, aunque suponga un atentado irreversible a las capacidades productivas de lo que utilizamos para abastecemos. Somos desenfrenados acaparadores egoístas. Y esto es lo que conseguimos; sequías, escasez de pesca, campos estériles, aires contaminados. Y, encima, descreídos del cambio climático que llevan años alertando los científicos. ¡Imposible un cambio climático que arruine el tinglado que tenemos levantado!, parece ser lo que creemos. Hasta que se instala una sequía como esta y las olas de calor que la acompañan. Entonces nos acordamos de santa Bárbara y nos ponemos a implorar lluvia. Ya mismo sacaremos a nuestras vírgenes a procesionar rogativas, como hacían los indios norteamericanos alrededor de sus tótems mediante danzas con igual finalidad. Nuestra diferencia con ellos es que nosotros conocemos la física de las precipitaciones y sabemos perfectamente cómo la actividad humana acelera los ciclos climáticos…  y no hacemos prácticamente nada por evitarlo. Salvo implorar que llueva. ¡Como no llueva este otoño se va a ver un numerito! Por nuestra única y exclusiva culpa. Somos la especie animal más dañina del mundo. ¡Venga, a rezar!

martes, 9 de agosto de 2022

¿Existe la Ufología? Mi experiencia.

Detrás de esta pregunta hay mucha retranca, lo reconozco. Empezaré, por tanto, expresando mi convencimiento de que la ufología no existe como disciplina científica académica, por mucho que los que así lo creen dediquen buena parte de su tiempo libre a la investigación ufológica. Quiero decir que existen ufólogos, pero no ufología como ciencia empírica. Yo mismo fui ufólogo en mis años juveniles hasta que imperativos vitales más acuciantes me desinflaron el interés. También porque percibí que aquellas “investigaciones” ufológicas terminaban siempre en un callejón sin salida, sin más “solución” que el acopio de una casuística de la que no se lograba extraer ningún resultado o “descubrimiento” científico válido, verificable e irrefutable, sino meras sospechas, intuiciones e hipótesis más emocionales que racionales. En realidad, tal vez fuera que al hacerse uno mayor se pierde frescura inocente en la mirada y la mente y nos convertimos en escépticos y cuadriculados cascarrabias. Por lo que fuese, hace décadas que abandoné aquella afición a la ufología, a pesar de la dedicación que le mostré al empeño y de los esfuerzos sinceros por acometerla desde una metodología lo más empírica que pude o supe. Yo era un ufólogo descreído, adscrito a la banda de los incrédulos con la teoría extraterrestre, aún cuando en ufología siempre te topas con un número residual de casos a los que no hallas explicación posible con los conocimientos disponibles.

He de precisar, para los no entendidos, que la ufología es el estudio de los “objetos voladores no identificados”, es decir, los “ovnis” o platillos volantes, como eran conocidos popularmente. UFO (Unidentified Flaying Objects) es la abreviatura de OVNI en inglés, raíz con la que se construye el anglicismo ufología, que designa a la disciplina o campo de estudio, y ufólogo, al experto o estudioso de ufología. Estamos hablando, pues, de una inquietud, una “ciencia” o un campo de investigación que está más allá de lo convencional y reglado, y que se adentra en una zona especulativa sumamente atrayente que nos lleva a buscar pruebas, ninguna de ellas contundente a día de hoy, sobre la existencia de huellas, artefactos, visiones o contactos que, por eliminación, suponemos de una improbable procedencia extraterrestre.    

Pues bien, atraído por las noticias frecuentes sobre apariciones de misteriosas luces en el cielo y otros hechos similares que ocupaban espacio en los periódicos, fundé junto a otros amigos adolescentes una asociación para el estudio de estos fenómenos, a finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado, denominada ADIASA. Aquel acrónimo oficialmente significaba Asociación De Investigadores Aficionados Sobre Astronomía, aunque en realidad surgió de las iniciales de los nombres de quienes se divertían con inventar posibles agencias de investigación mientras mataban el tiempo libre entre clases. Debido a la intensidad con que me embarqué en la iniciativa, ADIASA rebasó las vallas del instituto y se expandió por todo el país. Pronto consiguió aglutinar investigadores locales, colaboradores ocasionales y socios diseminados por la península ibérica. Se convirtió en un grupo más de los que poblaban el universo de la ufología en España y parte del extranjero. Nada de ello hubiera sido posible sin la ayuda de Enrique Campos Muñoz, quien desde el primer momento estuvo junto a mí trabajando infatigablemente en el proyecto. De esos tiempos iniciales nace también mi amistad con José Antonio Galán Vázquez, continuador impertérrito de aquel ímpetu juvenil por la ufología y que ahora me reclama estas notas crepusculares.

Es evidente que la ufología, como ámbito del saber sobre una realidad para distinguirla y entenderla, nace por la proliferación de casos sobre visiones de luces u objetos extraños que se comportan desafiando las leyes de la física en muchas partes del mundo. Denuncias sobre artefactos que vuelan a velocidades increíbles o se mantienen estáticos en el firmamento, e incluso que aterrizan, emiten zumbidos misteriosos y vuelven a elevarse vertiginosamente, dejando a veces alguna huella o quemadura en el suelo. Se parte de la premisa de que, en un universo abarrotado de estrellas, un número incalculable de ellas contarán con sistemas planetarios orbitando a su alrededor, como nuestro Sistema Solar. Y que lo más probable es que muchos de ellos alberguen vida, incluso vida inteligente. Sobre esas dos certezas se cimenta la ufología, la “no ciencia” que es fuente de obsesión para los ufólogos. Creen, como yo lo creí, que hay “algo que flota sobre el mundo”, pero no saben lo qué es y, menos aún, de dónde procede o qué o quién lo causa. Y la hipótesis más generalizada entre los ufólogos es que son vehículos, tripulados o no, de origen extraterrestre. Parece la explicación más plausible, pero es una posibilidad remota, ínfima, que tiene mucho de antropocentrismo cósmico. Pensar que vienen a explorarnos artefactos extraterrestres que tardan en viajes intergalácticos cientos y millones de años, a velocidad de la luz, es elaborar un relato de ciencia ficción, cuando no somos, como planeta, ni el centro del Sistema Solar, ni de la Vía Láctea, ni del Universo, ni, por supuesto, de la creación, como recuerda el divulgador científico Javier Sampedro en un artículo reciente (El primer contacto).

ADIASA, después de una fugaz pero intensa singladura, murió cuando me convencí de llegar a ese “callejón sin salida” al que me refería al principio. O seguíamos acumulando y archivando casuística o reconocíamos que no había nada más que hacer. Reconozco que fue bonito y estimulante mientras duró. Porque ADIASA contribuyó en buena medida, a principios de los 70, a consolidar y aglutinar lo que se denominó como Ufología Andaluza, a la creación del Archivo Regional Andaluz y se responsabilizó de la edición y difusión del Boletín Informativo Andaluz, apoyando la iniciativa de la RNC (Red Nacional de Corresponsales) y de otros investigadores en esta especie de Renacimiento de la ufología andaluza, en general, y de la sevillana en particular. También participó y organizó alguna de las “reuniones regionales para la investigación del fenómeno OVNI” que comenzaron a celebrarse por aquel tiempo. E, incluso, colaboramos en la organización, bajo la dirección de Rafael Llamas Cadaval, de un evento público de enorme repercusión mediática en la Sevilla de 1973: un ciclo de conferencias titulado “Difícil problemática a tener en cuenta”, una “problemática” que progresivamente iba extendiéndose hacia lo esotérico, la mística heterodoxa, las psicofonías, los fenómenos paranormales, la psicocirugía, etc.

Aquello dio la puntilla a ADIASA puesto que suponía, a mi entender, suspender la incredulidad para amoldarnos a una realidad fantástica en la que los OVNIS eran un componente más. Rompimos con todos, dejamos de publicar el Boletín Informativo Andaluz y, al poco tiempo, nos disolvimos como grupo organizado. Yo me volqué en completar mis estudios, conseguí una plaza de funcionario en el Servicio Andaluz de Salud, me casé, tuve hijos y luego nietos, acabé otra licenciatura distinta por vocación y me sumergí en la lectura (ensayo, poesía y filosofía, fundamentalmente) y en la escritura de literatura de ficción, que me ha permitido publicar un libro de cuentos. Nada de ello me ha impedido seguir leyendo lo que cae en mis manos sobre ufología, pero sin la absorbente pasión antigua. Quizás entonces éramos inmaduros o juveniles aprendices de investigador de una ciencia inexistente.

Pero de una cosa sí estoy seguro, y es que la ufología me ha enseñado una forma crítica de ver el mundo y cuestionar lo que damos por sentado, y que ADIASA me brindó un bagaje sumamente enriquecedor para mi desarrollo personal y profesional. Sin la ufología, si es que existe, yo no hubiera logrado la mitad de lo que he conseguido ni llegado a este punto de una crónica que a muchos ufólogos podrá sorprender, viniendo de quien viene. Pido disculpas por anticipado.      

viernes, 5 de agosto de 2022

Enfermería sin techo

Enfermería es una carrera y una profesión que todavía puede abarcar ámbitos y funciones que distan mucho de estar limitados al marco asistencial y sanitario. De hecho, el futuro académico de los Grados de enfermería no tiene establecido los masters o postgrados -la licenciatura y doctorado antiguos- con los que podría completarse el desarrollo formativo de la carrera. Las competencias que progresivamente va adquiriendo -cuando le dejan- vaticinan una profesión que está llamada a asumir mayores y más complejas responsabilidades. Es por ello que no es sorprendente, aunque algunos reaccionen en contra, que una enfermera asuma la gestión como titular de la consejería de Salud de la Junta de Andalucía, siendo la responsable de las políticas sanitarias que emanarán del Gobierno de esta Comunidad. Se trata, sin duda, de un hito histórico, sin precedentes en Andalucía, que se suma al conseguido en Baleares, donde otra enfermera, Patricia Gómez Picard, dirige el sistema sanitario insular.

Catalina García Carrasco (Barcelona, 1969) es la representante de la cartera de Salud y Consumo del nuevo Ejecutivo andaluz, nombrada tras las elecciones de junio pasado para sustituir en el cargo al anterior consejero, el médico Jesús Aguirre, de quien dependía como viceconsejera. No es, por tanto, una neófita en la gestión sanitaria ni una advenediza en la Administración pública. De hecho, probablemente se habrá valorado, además de su dilatada experiencia profesional en el Servicio Andaluz de Salud, su capacidad y lealtad políticas, ya que fue parlamentaria, alcaldesa y senadora por el Partido Popular en diferentes etapas de su trayectoria política, asumiendo la portavocía de Sanidad en la Cámara autonómica y formando parte de las comisiones de Salud y de Políticas para la Protección de la Infancia de dicha institución. Negarle aptitudes y preparación para la gestión sanitaria es negar la evidencia.

Pero es lo que hace el colectivo de médicos a través de su órgano colegial, en palabras de Alfonso Carmona, presidente del Colegio de Médicos de Sevilla. En una entrevista, considera que este nombramiento “no es de recibo” porque “un enfermero no debe estar al frente de esa Consejería”. En su “experta” opinión, “es mejor que esté un médico con gran experiencia en la dirección que no una enfermera”. Nunca antes una miopía corporativista había sido tan grave e intensa. Lo malo es que no es nueva pues viene de antiguo, de la eterna lucha por sus espacios funcionales entre médicos y enfermeros, tratando los primeros en imponer sus criterios y limitar las potencialidades profesionales de los segundos. Sin embargo, es un enfrentamiento destinado a la derrota, ya que es imparable y esperanzador el futuro funcional y competencial de Enfermería. Obvia este galeno y los que piensan como él que Enfermería viene demostrando, desde hace años, capacidad y formación para asumir las más altas responsabilidades. Son innumerables los centros de salud y áreas sanitarias que están dirigidos por enfermeros, así como unidades de gestión clínica y departamentos sanitarios. Que ahora corone la cúspide administrativa de la gestión sanitaria no era más que cuestión de tiempo, demostradas, como venía haciendo, su capacidad y competencia para ejercerla.

Los que tachan de inapropiado que una enfermera asuma la titularidad de una consejería de Salud desconocen o pretenden ignorar que, en otros muchos ámbitos administrativos, económicos o empresariales, la dirección y la gestión la asume personal que no necesariamente tiene que ser el de más alta cualificación académica ni estar vinculado profesionalmente con los cometidos de tales ámbitos. Si no fuera así, la titular de Hacienda del Gobierno de España no podría ser una médica de profesión, sino un alto profesional de Economía y Política Fiscal. Ni un abogado podría aspirar a ser presidente de Gobierno o de una Comunidad Autómata. Ni siquiera la presidenta de El Corte Inglés alcanzaría ese puesto si no cumpliera con la exigencia de los médicos corporativistas de Sevilla de poseer la titulación máxima de Empresariales. La ceguera de estos galenos provocaría lástima e hilaridad si no fuera porque es insultante e hiriente: hiere la dignidad de los profesionales de Enfermería, el colectivo, mira por dónde, más numero de la sanidad pública, cuya voz debería ser escuchada con más atención desde ahora, no sólo por mera cuestión corporativista -no se pretende caer en el mismo pecado de los médicos-, sino por la cuantía, calidad y peso de sus profesionales en la sanidad de Andalucía. De ahí que Enfermería no tenga techo en su futuro profesional. Y es lo que alarma, presumiblemente, a los médicos del Colegio sevillano.             

miércoles, 3 de agosto de 2022

El coño de la Virgen

El título ofenderá, no lo dudo, a buen número de lectores por citar expresamente el atributo orgánico que se destaca de una persona que se venera, precisamente, por conservar intacta su virginidad a la hora de supuestamente alumbrar un ser sobrenatural. Así somos los humanos: arcaicos y abstrusos en nuestros prejuicios y obsesiones. No pretendo elaborar un ensayo, como el que escribió un católico autor español un tanto repelente sobre los coños en homenaje a esa parte del cuerpo femenino en la literatura, sino dar rienda suelta a elucubraciones provocadas por la insolación del verano.  

Lo llamativo es que no son los ojos o la boca, ni siquiera la inteligencia o bondad, sino el coño lo más relevante de la mitología cristiana sobre la Virgen hasta el extremo de llevarla a los altares. Todas las advocaciones de la Virgen tienen en común ese coño virginal, que fue atravesado sin rozar, penetrado sin desgarrar su himen para fecundar sin espermatozoides el óvulo intacto del que nació Jesús, el dios cristiano. De toda esa imaginería religiosa, lo que más conmueve a los creyentes es ese coño inmaculado que permite a la madre conservar su virginidad, sin que existan testigos ni pruebas de tal cosa, por mucho que en todos los textos de las religiones monoteístas abrahámicas se cite a la Virgen como milagro fisiológico o mujer ejemplar. Un coño virgen se convierte, de este modo, en causa de fe porque para los humanos de entonces, y de ahora, ese órgano genital es más relevante que el cerebro. De ahí que estemos predispuestos a dejarnos seducir por las creencias antes que por el conocimiento fundado y racional, máxime si sirven para darnos explicación de lo que parece incomprensible y desconocido.

No pretendo herir sensibilidades ni insultar a los que, por simple tradición, veneran a la Virgen por el hecho de ser virgen, un detalle del que Freud sospecharía alguna patología psicológica o complejo eminentemente machista. No se adora a María por ser madre de un dios sino, fundamentalmente, por parirlo conservando “pura” su virginidad. Para la mentalidad masculina, se trata de lo más sobresaliente e importante de una mujer: que su coño esté intacto. Por eso, el adjetivo que señala tal nimiedad fisiológica se sustantiva para nombrar a la Virgen hasta erigirla en ídolo de culto y adoración en catedrales, iglesias y parroquias de medio mundo. El otro medio también la considera un ser especial, aunque no la idolatre.

Yo ignoro si es por el calor, pero estas son las ocurrencias que me vienen a la mente durante este verano sofocante: pensar en el coño de la Virgen.