miércoles, 22 de junio de 2022

Andalucía se enfría.

No por esperado, no ha dejado de sorprender el giro radical consumado en Andalucía con las últimas elecciones autonómicas. De una región que votaba predominantemente a la izquierda se ha pasado a que la derecha sea hegemónica en todas y cada una de sus provincias, incluida la icónica Sevilla, cuna de los “padres” del socialismo moderno de España, Felipe González y Alfonso Guerra, dirigentes que auparon el PSOE al Gobierno.

Durante casi cuatro décadas, el mapa andaluz aparecía teñido de rojo en su mayor parte. Y, de buenas a primeras, tras las últimas elecciones, ha amanecido de azul, el color que simboliza el frío. Es como si Andalucía se hubiera enfriado rápidamente. Un hecho que puede lo explique la sociología electoral, pero no la coherencia y el interés de una inmensa mayoría de votantes.

Con una población que mayoritariamente trabaja por cuenta ajena, con escasez de trabajo y en sectores productivos como el turismo o los servicios y la agricultura, condicionados por un mercado que impone reglas que priman la rentabilidad en detrimento de los derechos, cuesta entender ese voto masivo a los representantes del Capital, de las tradiciones y de las clases dominantes que históricamente han mantenido Andalucía anclada en el subdesarrollo económico, cultural y social. Un trabajador, por ignaro que sea en política e ideologías, no debería depositar su confianza en quienes siempre han oprimido a los obreros y los desfavorecidos con sus ideas sociales y sus recetas económicas, a pesar de que situaciones coyunturales derivadas de complejas crisis mundiales -guerras, pandemias, energéticas, etc.- parezcan aconsejar el voto a los conservadores más simpáticos y populacheros. Los intereses neoliberales que estos representan jamás coincidirán con los de los trabajadores, ni en una empresa, una finca, una diócesis o un ayuntamiento. Siempre serán opuestos y perjudiciales para la parte más débil, la que ocupa el obrero y el humilde que carece de oportunidades.

Es cierto que los que deberían representar a las clases menos favorecidas también defraudan, cometen abusos y practican la corrupción. Aún así, procuran repartir la riqueza disponible, ofrecer protección y ayuda a los menos pudientes, corregir desigualdades e injusticias, evitar atropellos del mercado y de los poderosos y ofrecer oportunidades a quienes ni por apellidos ni por recursos pueden disponer de ellas. Eso es fácil de constatar, desde el punto de vista de los trabajadores, comparando la gestión de los últimos Ejecutivos a la hora de afrontar las crisis a que han tenido que enfrentarse.

El Gobierno conservador presidido por Mariano Rajoy aplicó una austeridad suicida a la hora de combatir la crisis financiera de 2008, cargando sus costes sobre el empleo y el salario de los trabajadores, quienes soportaron los mayores sacrificios para reducir lo que se consideraba “gasto” en beneficio de empresas y bancos. La destrucción de empleos, los bajos salarios, el empeoramiento de las condiciones laborales, la pérdida de derechos laborales, el abaratamiento del despido, la reducción de funcionarios, la práctica congelación de las pensiones y los recortes aplicados a las partidas presupuestarias que conforman el Estado de Bienestar demostraron claramente lo que defiende un gobierno conservador: al Capital. Y por si quedaba alguna duda, el préstamo millonario solicitado a la Unión Europea para combatir la crisis se destinó, no a la población que sufría las consecuencias de una crisis de la que era ajena y víctima, sino a los bancos y financieras que la provocaron con sus irregulares prácticas avariciosas. Ninguna ayuda a los trabajadores, a quienes se los condenó a una precariedad absoluta. Ninguna ayuda a las familias, a las que se las estranguló con recortes y recargos en servicios públicos esenciales, como el de salud y el farmacéutico, entre otros. Ningún socorro a la Fuerza del Trabajo ni a los indefensos. Pero ayudas, subvenciones, préstamos y cancelación de deudas a la Fuerza del Capital, a las empresas y los inversionistas, cuyos más acaudalados representantes aumentaron, en medio de la crisis, su riqueza, mientras se empobrecían aún más los pobres.

Nuevas camadas de dirigentes del mismo partido, autor de tales medidas, han sido agraciadas con el favor electoral de las clases explotadas y exprimidas, que olvidan con facilidad quienes los han pisoteado, en virtud de una desinformación convenientemente extendida y por el magnetismo publicitario de una sonrisa amable. Porque, saturados de mensajes, bulos, exageraciones, tergiversaciones y mentiras, no sólo acaban desmemoriados, sino que parecen ciegos a la conveniencia de sus intereses, por muy desencantados y desclasados que se sientan.

Que un gobierno progresista, como el actual de Pedro Sánchez, haya elevado el Salario Mínimo Interprofesional de 600 a 900 euros, debería ser un signo de apoyo y confianza entre los menos afortunados. Si ha aplicado una subida salarial a los funcionarios con el compromiso de recuperar en varios años el poder adquisitivo perdido, también podría ser, cuando menos, motivo de esperanza. Si ese gobierno no hace recaer sobre los trabajadores el trauma económico de la pandemia, gracias a los ERTES, quizá sería de agradecer si eres trabajador, pero también si eres empresario que mantiene su actividad, ahorrándose las cuotas a la Seguridad Social. Y si perteneces a esa población vacunada con pauta completa en tiempo récord y tras un esfuerzo ímprobo y colaborativo entre Administraciones -al menos entre las que no usaron de confrontación política la crisis sanitaria-, alguna señal cabría deducir sobre quienes protegen tus intereses y tu vida. Sin contar si eres perceptor del Salario Mínimo Vital o Renta Básica por tu situación de extrema necesidad, abocado a la pobreza y la exclusión, un socoro que ningún gobierno precedente había facilitado. Del mismo modo si disfrutas del bono social de la Electricidad. O si fuiste un trabajador eventual que, gracias a una modificación de la Reforma Laboral, has conseguido estabilidad al convertirte en indefinido, debería haber supuesto un indicio de lo que te interesa. Tampoco debiera olvidarse si tu pensión tuvo un ligero incremento y va a ser revalorizada, a partir de ahora, en función del IPC, a la hora de ir a votar por lo que te conviene. Pero si nada de lo anterior te incumbe porque perteneces a esos trabajadores que mantuvieron empleo y sueldo a pesar de las dificultades, la ayuda por la gasolina y el tope al gas para disminuir el precio de la electricidad también han contribuido -aunque no lo suficiente- a paliar el encarecimiento de la energía, beneficiándote de ello como trabajador.

Votar a los que persiguen no dejarte en la cuneta de los sin suerte, a los partidos que buscan cambiar las condiciones que te impiden prosperar y progresar, a quienes luchan por que las personas y su dignidad prevalezcan sobre las reglas y los beneficios del mercado, a aquellos cuyos ideales están orientados hacia la igualdad, la justicia y la libertad de todos, sin excepción, debería ser la guía de los que carecen de recursos para sufragar sus propias necesidades, de los que necesitan de un Estado de Bienestar que les permita acceder a la educación, la sanidad, la seguridad, la justicia y a una vejez digna y protegida.

Por ello es triste tener que aguardar años para comprobar qué política es la que ofrece a los trabajadores mayor seguridad y garantías de prosperidad. Ahora que ha cambiado el color de la piel de Andalucía, podremos valorar los intereses de clase que cada partido representa y a quienes sirve cada vez que precisa, con una sonrisa de oreja a oreja, de tu papeleta.              

lunes, 20 de junio de 2022

Metheny, por tercera vez.

Anoche repetí la experiencia de disfrutar de la música en directo del guitarrista norteamericano Pat Metheny. Era la tercera vez que tenía ese privilegio. La primera ocasión fue en el Palacio de Deportes, con ocasión del Festival de Jazz de Sevilla del año 1989. La segunda sería en Córdoba, en el Teatro de la Axarquía, donde actuó en el Festival de la Guitarra, en 2018. Y la última, espero que no definitiva, fue ayer en el Teatro de la Maestranza, sentadito, con aire acondicionado, excelente acústica y cerquita del escenario para no perder detalle de su virtuosismo ni el de los dos jóvenes músicos que lo acompañaban, un pianista (James Francies) y un baterista (Joe Dyson), ambos espectaculares. Y en las tres ocasiones quedé absolutamente impresionado con la habilidad de este indiscutible maestro de la guitarra para extraer sonidos y melodías que parecen inconcebibles en ese instrumento. No en balde, Pat Metheny es uno de los nombres propios del jazz en la actualidad y un músico capaz de interpretar diversas lenguas musicales, fundiendo y mezclando estilos hasta elaborar un jazz con voz propia, la del propio Metheny. Y otra vez, como en todas, me quedo con deseos de repetir la experiencia nada más abandonar el concierto. El placer de su música te hace recorrer el trayecto a casa como si fueras levitando entre notas musicales. 



sábado, 18 de junio de 2022

La Andalucía del cambio tranquilo.

A finales de 2018, el PSOE, que llevaba gobernando Andalucía desde hacía más de 35 años, volvió a ganar las elecciones (33 escaños), pero perdió el poder. Las derechas, encarnadas en varias propuestas que se diferenciaban sólo en matices, lograron sumar más votos que los partidos de izquierdas (59 vs 50). Una nueva formación populista de ultraderecha lograría el milagro de posibilitar con su apoyo parlamentario el primer Ejecutivo conservador que en democracia tomaría el timón de la Junta de Andalucía. Un hecho sin precedentes desde la restauración de la actual democracia en España. Casi cuatro años después, con las elecciones de mañana domingo, las derechas andaluzas, lideradas por el Partido Popular, se prestan a convalidar el giro perpetrado en una Comunidad que era considerada feudo histórico -o voto cautivo- de los socialistas. La única incógnita que esta ocasión presenta es si el Partido Popular conseguirá alcanzar la mayoría absoluta o, como la vez anterior, deberá contar con los votos de sus aliados ideológicos, que ya ofertan con mano tendida tal opción a cambio de compartir sillones en el Palacio de San Termo, sede del Gobierno andaluz.

Esta primera legislatura conservadora en Andalucía no ha desatado la oleada de cambios de signo contrario que se presagiaban, al menos de la magnitud que anunciaba el Partido Popular cuando estaba en la oposición. Su “cambio” ha sido discreto y moderado, como la imagen que se esfuerza transmitir su líder, el presidente Juan Manuel Moreno Bonilla. Ni las auditorías han sido de infarto, ni el adelgazamiento de la Administración, si es que se ha acometido, ha sido tan draconiano, ni las rebajas de impuestos se han notado en el bolsillo de los contribuyentes, excepto en los que manejan o heredan más de un millón de euros. Los cambios más notables ejecutados por el Ejecutivo conservador se han limitado a cuestiones nominales y estéticas, como la estilización del logo de la Junta de Andalucía hasta casi hacerlo confundir con el de un refresco energético, o la modificación del nombre de algunas consejerías para satisfacer a unos socios intransigentes que se conforman con nuevos rótulos que hagan olvidar los heredados de la etapa socialista.

Por lo demás, el PP de “Juanma” Moreno no ha querido o no ha podido emprender la “revolución” conservadora que se temía, salvo en lo superficial y anecdótico, limitándose a implementar políticas que intencionadamente han procurado no alarmar ni hacer perder la confianza de la ciudadanía que lo ha votado. Ha evitado, por lo tanto, emprender la privatización del sector público de forma masiva y desmantelar aquella administración “paralela”, plagada de funcionarios enchufados, que tanto denunciaba cuando hacía oposición. Pero ha hecho “cosas” indiciarias del ideario neoliberal que abraza.

Y aunque el cambio operado en Andalucía ha sido posible, antes que las maneras suaves y tranquilas del líder regional del PP, por el hartazgo con unos sempiternos gobiernos socialistas que agotaron su entusiasmo transformador de la sociedad para enredarse en turbios escándalos de corrupción y clientelismo, la verdad es que se materializa en la aceptación sin recelos de gobiernos de derechas. Tanto es así que se prevé un resultado espectacular del PP en estas elecciones, sin temor a que gobierne en coalición con la ultraderecha envalentonada de Vox.

Mientras tanto, las carencias crónicas que aquejan a los servicios públicos que se prestan en Andalucía siguen sin resolverse. La Sanidad continúa con su déficit de personal y recursos del que siempre ha adolecido, aunque esta situación se haya visto agravada por la aparición de la pandemia del Covid-19. Según un estudio elaborado por la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, Andalucía figura en la cola del ranking de médicos y camas por habitante y entre los últimos puestos por gasto sanitario. Sólo Murcia presenta peores indicadores. Ello explica el deterioro de la Atención Primaria y el aumento de las listas de espera quirúrgica y diagnóstica, situación que no ha podido paliarse ni aumentado la inversión con los conciertos privados ni con las ayudas extras recibidas para enfrentarse a la crisis del coronavirus.

En Educación aparece idéntico problema de falta de medios materiales y humanos. Se ha preferido fomentar la educación privada en detrimento de la pública, detrayendo recursos de esta última para incrementarlos en conciertos con la privada, lo que ha provocado ya una huelga en el sector. Las iniciativas legislativas con las que se persigue aplicar el concepto de “libertad de elección” de centro implican más inversiones para conciertos. En cambio, se cierran unidades de la escuela pública y centros rurales, además de suprimirse servicios de comedor escolar.

Y es que con “suavidad” y discreción, poco a poco, se adoptan medidas que deterioran servicios esenciales públicos que inmediatamente son sustituidos por los ofertados por el sector privado. Sin revoluciones y con moderación, se proclama que se garantiza una educación de “calidad y desideologizada”, cuando lo que se persigue es todo lo contrario. Al menos, no se implanta el “pin parental” como en Murcia, hasta la fecha.

Las elecciones este domingo supondrán, por tanto, si no se produce un terremoto, un triunfo indiscutible para la derecha en Andalucía y, lo que es peor, un ensayo sociológico sobre cómo no alarmar a la población con políticas “duras” para lograr el relevo del Gobierno de la nación, al que están decididos desbancar tanto el Partido Popular como su réplica ultra, Vox, gracias al “cambio tranquilo” con el que actúan Juanma Moreno y Alberto Núñez Feijóo. Es por ello que no es poco lo que se dilucida en Andalucía. 

jueves, 9 de junio de 2022

Los “trucos” de la Junta Electoral

Antes de cada proceso electoral, como el próximo del día 19 en Andalucía, la Junta Electoral correspondiente, basándose en los datos del censo de población, elige a las personas que constituirán las mesas de las votaciones en cada municipio, distrito y sección. Una carta certificada, a la que se adjunta un manual para los miembros de esas mesas, sirve para notificar a los “agraciados” su designación, advirtiéndoles que los cargos de presidente y vocal son de carácter obligatorio e incurren en delito, castigado con penas de prisión y multa, quien ignore y no asista al cometido para el que ha sido elegido. Se trata de un deber cívico que obliga a todo ciudadano, en función de su edad, salud y formación.

Pero son tantas las convocatorias electorales, en sus diversos ámbitos (local, autonómico o general), que de un tiempo a esta parte se han celebrado, bien en plazo o anticipadamente, que apenas quedan personas entre las listas del censo a las que seleccionar sin que anteriormente ya hayan asumido esta responsabilidad o no reúnan algunas de las causas que justifican su exención. Esto lo sabe la autoridad electoral que designa a los componentes de las mesas, no es algo en lo que caiga involuntariamente o por desconocimiento.

De hecho, entre las “aclaraciones” que remite en la notificación a los seleccionados para las mesas, la Junta Electoral de Zona enumera una serie de motivos que exoneran al designado de la obligación contraída: enfermedad (justificante médico), trabajo inexcusable (certificado de empresa) o pertenencia a fuerzas o cuerpos de seguridad (certificado de condición militar, policía, Guardia Civil, etc.). Sin embargo, la autoridad electoral omite otra causa de exclusión a la que podrían acogerse los ciudadanos amparados por ella. La edad.

Ser mayor de 65 años y menor de 70 es, por sí mismo, causa personal que justifica ser excluido del desempeño del cargo asignado. Y aunque es posible que muchas personas de estas edades puedan y deseen participar en la composición de una mesa de votación, a ninguna de ellas, sin embargo, se le ha “aclarado” el derecho a ser relevado de la responsabilidad, como prevé el Artículo 26.2 de la Ley Orgánica del Reglamento de Elecciones Generales (LOREG), que especifica con meridiana claridad tal supuesto.

El ”truco” del que se vale la autoridad electoral consiste en no informar a las personas que designa, comprendidas en ese tramo de edad, del único motivo que sin certificado alguno (salvo fotocopia del DNI) le libraría de asistir a las elecciones como miembro de una mesa. Y esta forma de actuar de un organismo judicial sobre ciudadanos que no deben ser expertos en leyes es, a todas luces, abusiva e indecente. Debería corregir este proceder inaceptable e incluir en futuras ocasiones esa causa por la edad entre los motivos de escusa. Y dejarse de trucos indignos.     

domingo, 5 de junio de 2022

Escribo para ti.

Llevo dos entradas intentando explicar por qué escribo y no acabo de cerrar estas páginas virtuales que me permiten establecer algo parecido a dialogar, poder comunicar con unos lectores, en su inmensa mayoría anónimos. Hay una razón: escribo porque sucumbo al deseo que siempre me ha impulsado a querer contar a alguien lo que veo, conozco y siento. También por eso cursé periodismo, porque periodista es, según una definición canónica, gente que cuenta a la gente lo que le pasa a la gente. Alguien dedicado a contar lo que pasa. Ni más ni menos. Un instinto que caracteriza al ser humano desde que en la prehistoria se reunía alrededor del fuego al abrigo de una caverna. Con sonidos guturales intercambiaban sensaciones, impresiones o advertencias. Se contaban con gestos y gritos lo que sucedía en el entorno y entre ellos.

Yo hago lo mismo, pero haciendo uso de un sistema complejo estructurado de signos, es decir, mediante un lenguaje, con la finalidad de transmitir y recibir mensajes para comunicarme con mis semejantes y llegar a un entendimiento, comprender lo que acontece y, de alguna manera, forjarnos una visión de la realidad y de nosotros mismos. No hay más. Escribo porque es lo que más me gusta y lo mejor que sé hacer, aparte de soñar y sentirme fascinado por lo que el mundo y la vida me muestran.

Pero, todo el que escribe persigue, aunque no lo reconozca, un objetivo: que le lean. Y a estas alturas de mi vida, por fin he dado el paso más importante para un escritor: publicar un libro. Se trata de un volumen de ficción literaria, que reúne relatos elaborados a lo largo de los años, y que ya está a disposición de los lectores. Se titula Cuentos minúsculos que se asoman a realidades sorprendentes, publicado por editorial Punto Rojo Libros, y es una selección de historias (cuentos) que abordan (se asoman a) una realidad oculta, acaso patológica pero siempre sorprendente, que se manifiesta en conductas, delirios, fobias o fantasías de quienes viven presos en ella.

Es por ello que no es fácil comprender, por ejemplo, las relaciones que establecen algunas personas con sus animales domésticos o aquellas experiencias que hacen madurar a individuos atrapados en la pubertad e influidos por traumas infantiles, si no se inscriben en el contexto de esa realidad alternativa (sorprendente), a la que se asoman los cuentos que recoge el libro.

En opinión de un crítico (ajeno y desconocido), “cada uno de los relatos va evolucionando de una manera asombrosa, atrapando al lector en una espiral, a veces desasosegante, de la que no podrá salir hasta terminar el último párrafo de la última página”.

Es posible que les interese esta obra y deseen acceder a su contenido para disfrutar de su lectura tanto como yo de escribirla. Se podrá adquirir directamente a la editorial (info@puntorojolibros.com), a través de plataformas como Amazon o en librerías como La Casa del Libro y El Corte Inglés, entre otras. Si así fuera, no sólo se cumpliría el objetivo por el que escribo, sino que estaría en deuda de gratitud con sus lectores. Gracias anticipadas.