miércoles, 5 de enero de 2022

A los Reyes Magos verdaderos

Soy un descreído de los Reyes Magos desde que descubrí el truco, a pesar de que continué fingiendo estar en inopia algunos años más. Sin embargo, soy de los que siguen manteniendo el engaño para que hijos y nietos vivan una noche de fantasía con la que engatusamos su inocencia. Los regalos y juguetes permiten soslayar carencias que socavan el desarrollo y la potencialidad de quienes hoy ven el mundo con los ojos de la ingenuidad. Los Reyes son, en este sentido, como la caridad que palía las insatisfacciones que nos presenta una existencia en la que predominan la desigualdad y la injusticia, incluso para los niños.

Por eso, si existieran verdaderos Reyes Magos, les pediría que dieran media vuelta con sus camellos y dejaran que padres y abuelos no malgasten un dinero, del que a veces ni disponen, en contribuir al tinglado mercantil que manipula tradiciones por un interés exclusivamente económico y empresarial. Pero que, puestos a satisfacer los sueños que alimentan todas las leyendas, les pediría a esos magos, sean reyes o presidentes, que traigan un hogar a los más pequeños donde crecer amados y cuidados en un entorno familiar, para que un techo deje de ser un artículo de lujo, inasequible para innumerables familias humildes. Y en donde los hijos no acaben siendo instrumentos de una violencia vicaria, en la que los progenitores intentan agasajarlos para compensar una dedicación que no prestan.

Que les traigan escuelas y colegios cercanos y gratuitos en los que reciban una educación en valores y de actitudes cívicas que les posibilite un desarrollo integral y una capacidad crítica, imprescindibles para afrontar con confianza la vida adulta. También, que les traigan la garantía de un trabajo acorde a su formación y unas condiciones laborales y salariales que no ofendan la dignidad ni obvien los derechos de los trabajadores. Y que traigan la preponderancia del bien común y la justicia social para que gobiernos, sean del color que sean, se esfuercen por mejorar la sociedad y la calidad de vida de los ciudadanos, sin distinción ni privilegios.

Si los Reyes Magos existieran, en vez de muñecas y balones o playstations y móviles, esperaría de ellos un reparto más equitativo de las oportunidades y los recursos que faciliten a niños y adultos desarrollar todas sus potencialidades como seres humanos que conviven en un mundo que han de compartir. Tal vez ello sea mucho pedir cuando lo fácil es conformarse con un simple regalo material envuelto en papeles de colores.