Catalina García Carrasco (Barcelona, 1969) es la representante
de la cartera de Salud y Consumo del nuevo Ejecutivo andaluz, nombrada tras las
elecciones de junio pasado para sustituir en el cargo al anterior consejero, el
médico Jesús Aguirre, de quien dependía como viceconsejera. No es, por tanto, una
neófita en la gestión sanitaria ni una advenediza en la Administración pública.
De hecho, probablemente se habrá valorado, además de su dilatada experiencia profesional
en el Servicio Andaluz de Salud, su capacidad y lealtad políticas, ya que fue
parlamentaria, alcaldesa y senadora por el Partido Popular en diferentes etapas
de su trayectoria política, asumiendo la portavocía de Sanidad en la Cámara
autonómica y formando parte de las comisiones de Salud y de Políticas para la
Protección de la Infancia de dicha institución. Negarle aptitudes y preparación
para la gestión sanitaria es negar la evidencia.
Pero es lo que hace el colectivo de médicos a través de su
órgano colegial, en palabras de Alfonso Carmona, presidente del Colegio de
Médicos de Sevilla. En una entrevista, considera que este nombramiento “no es
de recibo” porque “un enfermero no debe estar al frente de esa Consejería”. En
su “experta” opinión, “es mejor que esté un médico con gran experiencia en la
dirección que no una enfermera”. Nunca antes una miopía corporativista había
sido tan grave e intensa. Lo malo es que no es nueva pues viene de antiguo, de
la eterna lucha por sus espacios funcionales entre médicos y enfermeros,
tratando los primeros en imponer sus criterios y limitar las potencialidades profesionales
de los segundos. Sin embargo, es un enfrentamiento destinado a la derrota, ya
que es imparable y esperanzador el futuro funcional y competencial de Enfermería.
Obvia este galeno y los que piensan como él que Enfermería viene demostrando,
desde hace años, capacidad y formación para asumir las más altas responsabilidades.
Son innumerables los centros de salud y áreas sanitarias que están dirigidos
por enfermeros, así como unidades de gestión clínica y departamentos sanitarios.
Que ahora corone la cúspide administrativa de la gestión sanitaria no era más
que cuestión de tiempo, demostradas, como venía haciendo, su capacidad y
competencia para ejercerla.
Los que tachan de inapropiado que una enfermera asuma la
titularidad de una consejería de Salud desconocen o pretenden ignorar que, en otros
muchos ámbitos administrativos, económicos o empresariales, la dirección y la
gestión la asume personal que no necesariamente tiene que ser el de más alta
cualificación académica ni estar vinculado profesionalmente con los cometidos de
tales ámbitos. Si no fuera así, la titular de Hacienda del Gobierno de España
no podría ser una médica de profesión, sino un alto profesional de Economía y
Política Fiscal. Ni un abogado podría aspirar a ser presidente de Gobierno o de
una Comunidad Autómata. Ni siquiera la presidenta de El Corte Inglés alcanzaría
ese puesto si no cumpliera con la exigencia de los médicos corporativistas de
Sevilla de poseer la titulación máxima de Empresariales. La ceguera de estos
galenos provocaría lástima e hilaridad si no fuera porque es insultante e
hiriente: hiere la dignidad de los profesionales de Enfermería, el colectivo,
mira por dónde, más numero de la sanidad pública, cuya voz debería ser
escuchada con más atención desde ahora, no sólo por mera cuestión
corporativista -no se pretende caer en el mismo pecado de los médicos-, sino por
la cuantía, calidad y peso de sus profesionales en la sanidad de Andalucía. De
ahí que Enfermería no tenga techo en su futuro profesional. Y es lo que alarma,
presumiblemente, a los médicos del Colegio sevillano.
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