sábado, 16 de noviembre de 2024

Reales privilegios

Que la monarquía, ese régimen arcaico por el que un linaje familiar se convierte en la representación política de un país, disfruta de privilegios exclusivos que se niegan al resto de los ciudadanos, es cosa sabida. Pero  hasta dónde alcanzan esos privilegios, ya no es tan conocido por los súbditos de cualquier monarquía, aunque se disfrace de parlamentaria, como la española. Y ha sido, desgraciadamente, durante la devastación producida por la DANA en Valencia cuando algunos de tales privilegios han salido a la luz, sin que los poderes públicos, los elegidos democráticamente para representarnos y gobernarnos, hayan podido hacer nada por impedirlo o, cuando menos, regularlos para que el interés general, y más en caso de catástrofe, prevalezca sobre el interés particular… de una marquesa, por ejemplo.

Porque, aunque cueste creerlo, ha sido una marquesa precisamente, una prima del rey Juan Carlos I -el emérito autoexiliado en un país árabe por sus fechorías morales, económicas y fiscales-, la que ha hecho valer sus reales privilegios frente a las actuaciones humanitarias por los damnificados de la DANA de una aldea cercana a su cortijo de caza. Tan alto representante de la nobleza ha exigido, de manera burocrática, que los socorristas que pretendían acceder a una aldea aislada por la DANA no cruzasen por el único camino viable, el que atraviesa su coto de caza. Y lo ha prohibido mediante un escrito formal enviado a la Confederación Hidrográfica del Júcar y a la Consellería de Agricultura, Aguas, Ganadería y Pesca de la Generalitat valenciana, en el que se queja de que los vecinos, al no poder acceder a su aldea por el paso habitual de un puente, lo hicieran invadiendo un camino perteneciente a su propiedad.

A la señora marquesa no le importaba que los aldeanos, afectados por la riada que destruyó parcialmente ese único puente, quedaran aislados en una zona de difícil acceso por la orografía montañosa del lugar. Ni que, en realidad, fueran unos cuantos vecinos de una pedanía de pocas decenas de casas los que se vieran obligados a atravesar por su coto privado para adquirir víveres y otros suministros con los que combatir los daños ocasionados por la catastrófica DANA. Ni que los socorristas, tan aplaudidos en otras localidades de Valencia, no pudieran prestar su ayuda a esos escasos vecinos de Reatillo, una pedanía prácticamente deshabitada situada al noroeste del municipio valenciano de Siete Aguas, del que depende administrativamente, y cuyas tierras pertenecen casi en su totalidad al Marquesado de Villaverde. Como en los tiempos feudales.

Nada de eso importaba a la señora marquesa. Lo único que le importaba a tan noble dama era su coto privado de caza y el privilegio de hacer con él lo que quisiera a su real antojo. Estos es: cualquier cosa, menos permitir que un camino de su propiedad pudiera facilitar la comunicación con la aldea y servir de ayuda a esos pobres vecinos desgraciados. Tal es la distancia moral que separa la nobleza –una clase que aun existe- del populacho, meros súbditos en cualquier monarquía. El caso es que ni la Guardia Civil podía doblegar la voluntad de la señora marquesa ni esgrimiendo causas de fuerza mayor. Porque la mayor causa para la marquesa era la defensa de sus privilegios indiscutibles e inquebrantables.

Tal oprobio lo consiguen los que defienden, aunque lo desconozcan, una institución como la monarquía, que crea a su alrededor una casta social -la Nobleza- con la que mantiene una relación simbiótica de mutuo apoyo a cambio de privilegios, como el Marquesado de la señora marquesa y su intocable coto privado de caza.

Una casta de barones, condes, marqueses, duques, infantes, príncipes y reyes, junto a una aristocracia del poder económico, religioso y militar, siempre  dispuesta a arrimarse al sol que más calienta, conforman un estrato social que se caracteriza por su amor a la patria, su patria, la que ellos identifican con sus pertenencias y privilegios. Y cuyos herederos  más tiernos, aunque carezcan de oficio o prestigio, ya son capaces de exhibir sin recato una adhesión fervorosa a esa élite. Y que, creyéndose invulnerables por los privilegios que disfrutan, incluso se atreven a mostrar públicamente, sin hipocresías, la tendencia ideológica que asumen, aquella que coincide, casualmente, con la que defiende su estatus social y protege sus privilegios.

Por eso no es de extrañar que una sobrina del rey de España publicara, en una story de instagram, una defensa de su tío, en la que descubre sus simpatías políticas: “El rey, que no tiene poder ejecutivo, se queda a dar la cara, y Pedro Sánchez, que sí lo tiene, huye. Así es cómo se resume todo. Un rey que sufre por su pueblo y un presidente que lo desprecia”.  La ingenua sobrina piensa que así apoya al régimen monárquico que encarna su tío, sin caer en la cuenta –o siendo consciente de ello- que con su opinión está amplificando los bulos y la desinformación que sectores radicales de ultraderecha propagan, aprovechando la catástrofe valenciana y el descontento de la población afectada, para atacar al Gobierno.

Cree este cachorro de la nobleza, igual que la señora marquesa, que sus privilegios le permiten, no solo primar su interés particular sobre el general, sino expresar opiniones no completamente veraces y tendenciosas que causan división y odio en la sociedad. Porque ni Pedro Sánchez huyó de la zona, sino que fue evacuado tras ser atacado con un palo y en un coche con los lunas traseras rotas. Ni desprecia a un pueblo sobre el que se vuelca en propiciar el reconocimiento de nuevos derechos y libertades, a fin de combatir cualquier tipo de desigualdad, sea económica, religiosa, sexual, racial, cultural o social. Justo lo contrario de lo que contempla una monarquía, en la que una familia cree tener el derecho exclusivo y hereditario, sin que la elija el pueblo, de representar a un país. Y puestos a hablar de fugas, el único poderoso que ha huido de este país, en la actualidad, es el abuelo de la niña de noble cuna.  Flaco favor le ha hecho a la monarquía esta joven al manifestar, con insinuaciones y datos subjetivos, que le parecía más digno la actitud del no elegido que la del elegido, sin apreciar todas las circunstancias. Cuando, por si fuera poco, la propia alcaldesa de la localidad repudió aquellas algaradas, achacándolas a infiltrados violentos con deseos de provocar enfrentamientos y altercados durante la visita de las autoridades.  

Y es que, la pobre ingenua, a pesar de sus privilegios, no da para más, por lo que no merece la pena exigirle mejor y más fundado juicio. Pero sí, al menos, dada la exquisita educación que se le supone, podía esperarse que se condujera con más prudencia y respeto a la hora de opinar sobre el Gobierno de su país, máxime en momentos tan graves y dramáticos como los que se han vivido en Valencia por culpa de una DANA. Entre otras cosas, porque para difundidores de bulos y patrañas ya tenemos a Iker Jiménez con sus discursos demagógicos y mensajes engañosos que nada ayudan a los afectados por las inundaciones en Valencia y otras zonas de España.

Difícil empeño, ya que estos miembros de la realeza o la nobleza, independientemente de su edad, gozan de tantos privilegios que se creen con derecho a hacer o decir lo que quieran, pues se consideran impunes e invulnerables frente al resto de los mortales súbditos

jueves, 7 de noviembre de 2024

Pedro Sánchez y los elementos

Cuando Pedro Sánchez, líder del partido socialista, presentó y ganó aquella moción de censura al Gobierno conservador de Mariano Rajoy, en 2018, que lo convertiría en el séptimo presidente del Gobierno de España de la democracia, jamás se imaginó que su mandato tuviera que afrontar no solo el rechazo visceral, por las buenas o por las malas, de la derecha política, mediática y judicial, sino también las adversidades de la  geopolítica internacional y hasta los embates de las fuerzas de la naturaleza. Han sido tantos los obstáculos a los que ha tenido que hacer frente en estos seis años en la Moncloa que, si no conociéramos su capacidad de resiliencia, podría pensarse que, al contrario de lo que se atribuye a Felipe II cuando supo la derrota de la Armada Invencible, Sánchez sí está dispuesto a luchar, incluso, contra los elementos.

La oposición parlamentaria al Gobierno de izquierdas, durante estas legislaturas, siempre ha estado encarnada por los partidos de la derecha, tanto por el Partido Popular como por Vox. Y ese frente de las derechas nunca ha aceptado que el líder socialista accediera al gobierno gracias a la primera moción de censura que ha tenido éxito en nuestra democracia, pero tampoco que consiguiera mantenerse en el poder tras las elecciones de 2020 y 2023, conformando, por primera vez en la historia reciente, gobiernos de coalición, primero con Podemos y, después, con Sumar, a pesar de que el PSOE no fuera el partido más votado, pero sí el que reuniera la mayoría parlamentaria necesaria para investir a su candidato.

Desde el primer día como gobernante, Sánchez ha sido objeto de la virulencia verbal de esa oposición de derechas que aprovecha un día sí y otro también para descalificar y desprestigiar su Gobierno. Pablo Casado, en aquel entonces líder del PP, inauguró durante el pleno de investidura de 2020 la andanada de descalificaciones, tildando a Sánchez de “sociópata” y “presidente fake”. Pero ya antes, en un acto de partido en 2019,  se había explayado contra el socialista, acusándolo de “traidor”, “felón”, “mentiroso compulsivo”, “okupa”, “ilegítimo” y otras lindezas por el estilo. Unos ataques que continuaron durante todo su mandato, tanto en el Congreso como en la calle y en los medios afines.

En 2023, Pedro Sánchez volvería a ser investido presidente, frustrando todas las apuestas que daban por vencedor de esas elecciones al PP liderado ahora por Alberto Núñez Feijóo. Acabaría  consiguiendo 179 votos a favor, 12 más que en 2020, gracias a los acuerdos de investidura que lograría cerrar con Sumar, ERC, Junts, Bildu, PNV, BNG y Coalición Canaria, es decir, con todos los partidos del arco parlamentario, excepto las formaciones de la derecha, que arreciaron su campaña de acoso y derribo contra el nuevo Ejecutivo socialista, ahora coaligado con Sumar.

Las protestas en la calle se multiplicaron y se volvieron más violentas, organizando concentraciones diarias frente a la sede madrileña del PSOE, que duraron varias semanas, y celebrando rezos públicos del rosario por la unidad nacional de España. Allí estaban grupos ultras, como Falange, Democracia Nacional, Bastión Frontal o Desokupa, entre otros, en un intento común por desatar el caos con los enfrentamientos con la Policía en esas protestas a las que también asistían representantes del PP y Vox. Estos últimos, por su parte, convocaban mítines periódicos por todo el país para denunciar que España vivía un “cambio de régimen” que transita hacia una “dictadura” por culpa de un presidente de Gobierno “ilegítimo”.

Paralelamente, esa derecha incapaz de asumir el resultado de las urnas también ha recurrido a deslegitimar al Gobierno mediante acusaciones sin pruebas de presuntos delitos de corrupción que afectan a la mujer y al hermano del presidente del Gobierno. Y otra vez, son grupos o asociaciones de extrema derecha los que presentan denuncias en los juzgados, basadas en declaraciones anónimas o recortes de prensa, para que jueces de conocida tendencia ideológica acepten abrir investigaciones que se alargan y amplían prospectivamente de manera injustificada. El objetivo declarado es abrir tantos frentes como sean posible contra un Gobierno que la derecha en su conjunto considera ilegítimo y quiere derribar.

Todas estas maniobras son, no obstante, batallas políticas que el presidente Sánchez esperaba por parte de la oposición y que ha sabido o podido capear con más o menos fortuna y habilidad. Sólo en un momento de debilidad tuvo dudas de qué hacer,  y fue cuando acusaron a su esposa de ilícitos penales de los que ni la propia Guardia Civil hallaba indicios. Tal golpe lo llevaría a tomarse cinco días para reflexionar sobre si valdría la pena someter a su familia a tal acoso por continuar con su deber como presidente de Gobierno. Y a punto estuvo de tirar la toalla.

Sin embargo, lo que no se esperaba ni por asomo era esa concatenación de elementos naturales y de acciones  geopolíticas internacionales que le han obligado a adoptar decisiones sin precedentes e imprevisibles. Y es que hasta las fuerzas de la naturaleza parecieron ponerse de acuerdo para no facilitarle la tarea de gobernar un país de intereses tan enfrentados como España. Ya que, cuando no es una pandemia como nunca vista que motivó el confinamiento temporal de la población, es una borrasca, bautizada Filomena, que cubría  de nieve medio país y bloqueaba carreteras, o la erupción violenta y activa durante meses de un volcán que escupió cenizas sobre gran parte de una isla en Canarias. Y, ahora, una DANA que provoca lluvias torrenciales que inundan el Levante valenciano, causando enormes daños materiales y centenares de muertos. En suma, una catástrofe natural cada dos años que ha obligado al Gobierno adoptar medidas extraordinarias que, en ocasiones, rozaban la legalidad en función del marco jurídico en que se encuadraban.

Pero es que, por si fuera poco todo lo anterior, el gobierno de coalición de Pedro Sánchez ha tenido que sortear, además, las consecuencias económicas y políticas de la guerra de Rusia en Ucrania, una agresión intolerable contra la soberanía e independencia de un Estado que aspira ser miembro de la Unión Europea. Los problemas energéticos y comerciales derivados de las sanciones impuestas a Rusia por  parte de EE UU y Europa han hecho tambalear las cifras macroeconómicas del Gobierno, incrementando en exceso la inflación y los precios de carburantes y alimentos hasta cotas intolerables. Tanto subieron que se habilitaron subvenciones a la gasolina y se rebajaron, y en algunos productos se anularon, los impuestos (IVA) a los alimentos de primera necesidad y al consumo de electricidad  en los hogares.  

Además, el Ejecutivo, en coherencia con las resoluciones de la ONU, ha confirmado la posición de España sobre el conflicto palestino-israelí, precisamente cuando Israel comete, a la vista de todo el mundo, la mayor masacre jamás perpetrada, un auténtico genocidio, contra los habitantes de la Franja de Gaza, donde han muertos más de 43.00 palestinos, niños y mujeres en su mayor parte. Una guerra que Israel extiende a Cisjordania y hasta al sur de Líbano e Irán, en respuesta al ataque terrorista de las milicias palestinas de Hamás de octubre de 2023, que causaron 1.200 israelíes asesinados y otros 250 secuestrados. Pero esa defensa de la legalidad internacional enarbolada por el Gobierno de Sánchez le ha acarreado la ojeriza del primer ministro hebreo, Benjamin Netanyahu, que entiende que tal posicionamiento favorece a los terroristas de Hamás y afecta negativamente al derecho a la legítima defensa del país sionista. Claro que, por el mismo motivo, Israel también acusa a la propia ONU de ponerse del lado de los terroristas y, en consecuencia, expulsa de aquel territorio a la agencia de la ONU que ayuda a los palestinos a sobrevivir a las restricciones y las bombas.

Por lo que sea, en el Este de Europa y el Próximo Oriente se desatan dos guerras demasiado cercanas que enturbian las relaciones diplomáticas, económicas, culturales y comerciales entre estados, como Ucrania e Israel pero también Rusia y la comunidad árabe que engloba a Palestina, con los que España mantiene vínculos insoslayables. Y que trastocan el delicado equilibrio de la Globalización y el Derecho Internacional sobre el que descansa la interdependencia, la confianza y la integridad de los estados soberanos del mundo.

Si todo esto no es luchar contra los elementos, se le parece bastante, por lo que no me extrañaría que Pedro Sánchez sueñe con la utopía de una legislatura en la que se limite a propiciar medidas que favorezcan el avance social, cultural y económico del país, sin confrontación, sin polarización y sin más sustos de las fuerzas de la naturaleza. Pero, desgraciadamente, me temo que ello no será posible, porque la derecha seguirá buscando por cualquier medio obstaculizar o, mejor aún, hacer caer al Gobierno, la naturaleza es impredecible y, para colmo, Trump vuelve con más bríos a las andadas. Vivimos tiempos difíciles. Sin duda.       

sábado, 2 de noviembre de 2024

La basura de Puerto Rico

La relación de Puerto Rico con los Estados Unidos de América (EE UU), de la que es colonia desde que España se la “cedió” en 1898 tras la guerra hispano-norteamericana, siempre ha estado marcada por los prejuicios racistas de la potencia. Pero nunca como hasta ahora ha alcanzado tal cota de desprecio y desconsideración como la que exhibe el expresidente y actual candidato republicano Donald Trump cuando se refiere a la isla y a sus habitantes. Su actuación pasada desde la Casa Blanca y las soflamas que hoy pronuncia como candidato reflejan no solo el escaso nivel intelectual de un personaje que agrede innecesariamente a una parte relevante de la población norteamericana (los puertorriqueños tienen nacionalidad norteamericana), sino, además, la catadura moral de quien se vale del insulto gratuito para descalificar lo que no se acomoda a sus particulares intereses electorales y, llegado el caso, sus objetivos políticos una vez acceda, si Kamala Harris no lo impide, otra vez al poder.

La demagogia y las mentiras han sido y son los habituales recursos dialécticos del neofascista Trump en sus intervenciones hasta el punto de que ya nadie se molesta en contabilizarlos, como hizo durante un tiempo en su anterior mandato el diario The Washington Post, que le descubrió más de 20.000 declaraciones falsas o engañosas, a un ritmo de 50 mentiras diarias. Pero cuando pretende ser sutil, invita como teloneros en sus discursos a seguidores entusiastas de sus ideas y modales para que verbalicen lo que él debe callar para no perder votantes. Es lo que sucedió  hace poco en un mitin en el Madison Square Garden de Nueva York, en el que el cómico Tony Hinchcliffe se permitió la gracieta de calificar a Puerto Rico de “isla flotante de basura en medio del océano”. El que lo contrató se ha tronchado de risa en su mansión de Mar-a-Lago, en Palm Beach (Florida). Y tan satisfecho quedó con la actuación de su palmero que aquellos exabruptos le parecieron un “festival de amor absoluto, y fue un honor para mí participar”.

Me imagino que a los puertorriqueños  no les halagará que los tilden de basura y que, encima, deban aceptar tal calificativo como una muestra de amor de Donald Trump. Ni a los puertorriqueños que habitan en la isla ni a los seis millones que viven en EE UU. La zafiedad de los insultos descalifica a quien los pronuncia y los consiente, sea payaso o un ricachón populista e inmoral. Y me imagino, también, que pocos serán, entre los nacidos en esa isla del Caribe, que aplaudirán los cánticos de odio y sectarismo que denotan tales declaraciones de “amor” del republicano hacia el ciudadano de origen hispano, concretamente puertorriqueño, de EE UU. Y puestos a imaginar, pienso que no serán muchos los votos que consiga el ínclito candidato bocazas en Puerto Rico y en aquellos estados con importante población hispana. Hay que tener en cuenta que los latinos representan el 15 por ciento del electorado total del país.  Pero, claro, todo son imaginaciones mías.

Lo que no es imaginación es que las ofensas de Trump hacia Puerto Rico no son nuevas. Ya en 2017, cuando el huracán María devastó la isla provocando grandes destrozos, el fallo del sistema eléctrico en toda la isla, muchos lugares sin acceso a agua potable y más de 2.900 muertos, el entonces presidente norteamericano, no solo retrasó o limitó las ayudas federales a la recuperación del Estado Libre Asociado, sino que se permitió la mofa de repartir  rollos de papel de cocina, durante una visita relámpago de cinco horas a la isla, como si fuera lo único que necesitasen los damnificados de Puerto Rico.

Mayor muestra de insensibilidad con los afectados por parte del presidente de EE UU no se ha visto nunca, hasta ahora, cuando  permitió que en un mitin se volviera a exhibir ese odio racial hacia los puertorriqueños, como si fueran ciudadanos norteamericanos de segunda clase. Tan de acuerdo estuvo el candidato Trump con la bazofia vomitada por un cómico que, no solo no le recriminó tales mensajes racistas, sino que ni siquiera se ha disculpado por ello, como le pidió el arzobispo de Puerto Rico en un comunicado.         

A horas de las elecciones, Ignoro si Donald Trump volverá a ser presidente de EE UU, pero sé que si llegara a la Casa Blanca los hispanos en general, y los puertorriqueños en particular, verán otra vez restringidos  o cercenados muchos de sus derechos y libertades. El muro que continuará levantado el populista republicado entre los supremacistas blancos y el resto de etnias y razas que conforman la sociedad estadounidense será miserablemente enorme, como el que se empeña en completar a todo lo largo de la frontera con México.

No sé si Trump vencerá en estas elecciones, pero si sé que, si pudiera votar, mi voto hispano no lo conseguiría.  El modelo de democracia iliberal que propugna, en la que puede ignorar o eludir su responsabilidad y los límites constitucionales (como se deduce de las causas judiciales que tiene abiertas), un modelo que rechaza la pluralidad y la protección de las minorías, que criminaliza la inmigración y que es negacionista de la violencia machista, del cambio climático y de la lucha por la igualdad de la mujer, no es la democracia en la que todos los ciudadanos, sin importar condición, se puedan sentir representados, amparados y protegidos.

No lo votaría porque ya sabemos cómo actuará Trump, aquel misógino que extendió los ataques al feminismo y eligió jueces ultraconservadores que limitaron el derecho al aborto, el que eliminó el castellano de la página web de la Casa Blanca, el que ordenó separar a niños de sus padres inmigrantes en la frontera, el que no condenaba los actos de violencia contra los negros, el que pretendía repatriar a los hijos nacidos en EE UU de inmigrantes indocumentados, el que dejaría que Rusia invadiera totalmente Ucrania y permitiría a Israel acabar con los palestinos para infestar sus territorios con colonias judías, el que, en definitiva, representaría el mayor peligro para la democracia no solo en EE UU, sino en todo el planeta, pues la legalidad internacional es para él papel mojado..  

Donald Trump, como los Orbán, Putin, Milei. Bolsonaro, Wilders, Le Pen, Meloni  y tantos otros, sin olvidar al Abascal español, defiende una democracia  en la que el sectarismo y la desigualdad ahondarían sus nefastos efectos, causando división y odio en la sociedad. Un odio racial hacia minorías desfavorecidas, que se consideran basura. Un energúmeno así no puede llegar a ser presidente de todos los norteamericanos, incluidos los puertorriqueños. Por eso, si por mí fuera, lo despediría como él solía hacer en un programa televisivo: ¡You´re fired, Mr. Trump!

jueves, 24 de octubre de 2024

La Artillería de los Machado

Era un cuartel casi en el centro de Sevilla, el de la Real Fábrica de Artillería, ubicado en el barrio de San Bernardo, a un paso, cruzando el puente, de los Jardines de Murillo. Y eran unas inmensas naves sin uso desde que el Ejército las abandonara, allá por la última década del siglo pasado. Aparte de sitio tan privilegiado, que las constructoras inmobiliarias ya hubieran mancillado con su avaricia especulativa si no fuera porque estaba catalogado como Bien de Interés Cultural, allí permanecían unas edificaciones militares del barroco industrial tardío, construidas modularmente, con un sentido unitario del espacio, formando una cuadrícula mediante un sistema arquitrabado de pilares, lo que permitía disponer de un espacio despejado de grandes dimensiones. En él se forjaron, a lo largo de su historia fabril, cañones para los galeones de indias, el Giraldillo –la veleta- de la Giralda y hasta los leones que custodian el Congreso de los Diputados. Y, absorbida ya por la Empresa Nacional Santa Bárbara, también fabricaba componentes y repuestos para carros de combate, hasta que en 1991 dejó de funcionar como industria militar. 

Afortunadamente, la piqueta no pudo arrebatar esas instalaciones que, tras años de reformas y adecentamientos, han pasado a formar parte del equipamiento público y cultural de la ciudad, destinado a convertirse en el Centro Cultural y de Innovación Magallanes. Como tal, será un espacio explicativo y conmemorativo del V Centenario de la primera vuelta al mundo, la gran gesta marinera que, partiendo del puerto de Sevilla, logró circunnavegar el planeta en barcos comandados por Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano. Además, el nuevo centro cultural servirá también para albergar espacios de coworking para nuevas ideas empresariales, un lugar escénico experimental, talleres multidisciplinares, estudios de grabación, salas de exposición, oficinas, laboratorios de pensamiento, incubación y aceleración de startups, todo ello dispuesto en cinco espacios interconectados y con funcionalidades diferentes.     

Pero antes, desde hace unos días, la antigua Fábrica de Bronces, fundada alrededor de 1565 por iniciativa privada de la familia Morel  y que dio origen a la Fábrica Artillería, acoge una exposición sin precedentes sobre los hermanos Machado, Manuel y Antonio, que mostrará que la relación entre ellos, lejos de estar enfrentadas, eran fraternales y colaborativas. Ambos eran poetas y dramaturgos, pero la Guerra Civil los separó, al permanecer Manuel, el mayor de ellos, en Burgos, donde lo sorprendió el levantamiento militar, y huir Antonio al exilio en Francia por su defensa de los principios de la República. Tal adversidad azarosa entre hermanos sirvió para alimentar el mito de las dos Españas, basándose, entre otras cosas, en el supuesto enfrentamiento entre Manuel y Antonio Machado, separados geográfica y políticamente a causa de la guerra, pero unidos fraternalmente por la sangre y la literatura. Y eso es, precisamente, lo que la muestra trata de aclarar con la exposición Los Machado. Retrato de familia, que conmemora los 150 años del nacimiento de los hermanos Machado, y que fue inaugurada el pasado 21 de octubre en la Real Fábrica de Artillería por el rey Felipe VI.

La exposición presenta, juntos por primera vez,  los dos depósitos documentales más importantes sobre los Machado que existen en nuestro país: la colección Los papeles de los Machado, perteneciente a la Fundación Unicaja, y la de la Institución Fernán González de la Real Academia Burgense de Historia y Bellas Artes, complementados, además, por elementos de otras instituciones, como el Museo del Prado, la Real Academia Española de la Lengua, la Universidad de Sevilla y el Ayuntamiento hispalense. Todo ese material, desde las colecciones hasta los elementos reunidos en la exposición, permite descubrir el legado intelectual de los Machado, un linaje sevillano que abarca tres generaciones,  poniendo de relieve el valor historiográfico, literario y emocional de una muestra que no solo trata de reconstruir la trascendencia cultural y creativa de la familia Machado, sino también la relación íntima y familiar que mantenían ambos hermanos, dos de los más notables poetas españoles a los que la guerra separó.

De este modo, se puede contemplar, reunidos por primera vez en esta exposición, los fondos documentales de los hermanos Manuel y Antonio Machado Ruiz, así como el legado de los abuelos Antonio Machado Núñez –un científico que fue rector de la Universidad de Sevilla, gobernador civil y alcalde de Sevilla- y Cipriana Álvarez Durán –pintora y apasionada de la literatura oral y el folklore-, de los padres Antonio Machado Álvarez `Demófilo´ -considerado el primer gran folklorista español- y Ana Ruiz Hernández, y del hermano José Machado Ruiz, pintor.

Y es que Manuel y Antonio Machado eran dos grandes poetas que estaban más unidos de lo que la propaganda y los prejuicios ideológicos nos hicieron creer.  No solo recibieron una educación idéntica en la Institución Libre de Enseñanza, creada por Francisco Giner de los Ríos, sino que colaboraban entre ellos, con una admiración mutua, escribiendo sobre todo obras de teatro. También colaboraron juntos, en 1893, en el semanario satírico La Caricatura, bajo los seudónimos Polilla (Manuel) y Cabellera (Antonio). Y firmaron conjuntamente, con el nombre de Tablante de Ricamonte, uno de los primeros textos escritos a cuatro manos que marcarán sus vidas.

Poema de Manuel Machado sobre un verso de su hermano Antonio, en el que también evoca a su madre:

!Chopos del camino blanco, álamos de la ribera¡
¿Qué tiene este verso, madre, / que de ternura me llena, / que no lo puedo decir / sin que el corazón me duela?

!Chopos del camino blanco, álamos de la ribera¡
¿Qué tienen, madre, qué tienen / estas palabras que suenan, / tan dentro de mi pecho, / y tan lejos y tan cerca...

!Chopos del camino blanco, álamos de la ribera¡
¿Qué dicen sin decir nada... / Sin contar nada, ¿qué cuentan? / De estas palabras sencillas / ¿qué puso Antonio en las letras?

!Chopos del camino blanco, álamos de la ribera¡
Cuando en mis labios las tomo / y hasta mis oídos llegan / ¿por qué lloro sin consuelo? / Y ¿por qué lloro sin pena?

!Chopos del camino blanco, álamos de la ribera¡ 

Los dos hermanos eran poetas de enorme sensibilidad y talla, aunque Manuel quedó ensombrecido por el calvario injustificado que padeció Antonio al tener que huir de España a causa de sus ideas republicanas y morir, como su madre, en el exilio de Collioure.  Cuando estalló la Guerra Civil, España quedó dividida en dos zonas: la nacional sublevada y la republicana que se mantenía fiel a la legalidad. Antonio sería evacuado conforme avanzaba el frente de los sublevados, primero a Valencia, luego a Barcelona y, finalmente, al exilio en Francia. A Manuel lo sorprendió el levantamiento militar en Burgos, de donde no pudo regresar a Madrid y acaba detenido y encarcelado durante tres días. Esa experiencia lo aterra al temer por su vida. Y se adapta a sobrevivir en el bando nacional para “Que las olas me traigan y las olas me lleven, / y que jamás me obliguen el camino a elegir.” Antonio se convertiría en mártir de la poesía por su valor estético y moral. Manuel quedaría despreciado y olvidado, hasta hoy, por aquella infame oda a Franco (Al sable del Caudillo). Ambos, sin embargo, fueron juzgados con razones extraliterarias.

Tanto por el recinto histórico, la Real Fábrica de Artillería, como por la muestra sin precedentes que allí se exhibe, merece la pena visitar la exposición Los Machado. Retrato de familia, que se podrá disfrutar de manera gratuita hasta el próximo diciembre, antes de trasladarse a Burgos, Madrid y Salamanca. Está comisariada por Alfonso Guerra y coordinada por Eva Díaz Pérez y Belén Castillo.

miércoles, 16 de octubre de 2024

Soberana barbaridad

Disfrutó de tantos privilegios que acabó creyéndose intocable. Y lo era, pero ya no engaña a nadie. Cuando ejercía de “jefe supremo” se comentaba en voz baja que de vez en cuando cometía deslices inapropiados, pero cuando fue cazado en Botswana en uno de esos deslices inapropiados para una institución suprema como la suya, la cosa ya no se pudo ocultar más. Como soberano cometía barbaridades sin freno, por lo que tuvo que abdicar para proteger, no a su persona puesto que era intocable, sino la credibilidad y continuidad de la institución que encarna y carga sobre su cabeza. Pero lo último desempolvado acerca de sus correrías indecorosas  de hace tres décadas avergüenza hasta a sus propios aduladores y protectores. Son de una soberana barbaridad. Y nunca mejor empleados estos términos literal y figuradamente.

Porque ya no es que se sospeche que el supuestamente campechano era irrefrenablemente mujeriego y saltimbanqui, sino que se confirma documentalmente que era de bragueta fácil, comisionista sin escrúpulos, delincuente fiscal  y malversador de fondos públicos. Pero sigue siendo intocable, aunque se ha retirado, en un exilio voluntario, a un país amigo de desiertos remotos, donde lo visitan periódicamente amigos, alguna hija sentimental y algún nieto aspirante a la buena vida. Pero no está lejos de su país, sino de su hijo varón y sucesor en el trono a fin de evitar mancharlo con las salpicaduras de su cochambre impúdica, tan impropia de su condición como jefe supremo o, mejor dicho, de exjefe supremo, es decir,  jefe emérito, con asignación económica, personal adscrito, escoltas de seguridad y demás gastos a cargo de los Presupuestos del Estado. Se lo cree merecido todo por ejercer un cargo vitalicio de suprema relevancia y, salvo en una ocasión, no recuerda haber hecho nada de lo que deba disculparse. Lo dicho: se cree intocable.

Pero, para  representar a una institución que se reinstauró por capricho de un dictador, que no fue elegida democráticamente por los ciudadanos y que se renueva por linaje hereditario como en tiempos medievales, poco ha hecho el intocable por dignificar su propia razón de ser y garantizar la aceptación y continuidad de su estirpe con la ejemplaridad de su conducta y dedicación como símbolo supremo de nuestro sistema político. Era lo único que tenía que hacer a cambio de vivir como un rey sin dar golpe. Pero no. Estaba convencido de que era intocable, que lo es, pero se excedió, acumulando riquezas de procedencia inconfesable y dando vía libre a sus picores de entrepìerna, por decirlo coloquialmente, a causa de una pulsión incontenible que lo entronca con el derecho de pernada de algunos de sus antepasados en el puesto. Y es que,  además de intocable, se creía el más guapo y listo del mundo, dejando un reguero de historias de vodevil que, si no fuera porque las pagamos a tocateja entre todos, a nadie le importaría un bledo. Allá él con su moral y su reputación. Total, no eran más que bribonadas de un rijoso ambicioso, como muchos de los que abundan entre los recios machos con posibilidades y privilegios, tan católicos y patriotas ellos de cara a la galería.

Pero una de sus “amigas” lo ha cazado. Lo cazó hace más de 30 años, cuando se entregaban al fornicio feliz y despreocupado, amparados por la opacidad de su estatus supremo y la protección de los servicios más secretos del Estado. Y lo que solo eran sospechas que se callaban, ahora se acaban de confirmar documentalmente para sonrojo de súbditos y.alcahuetes. Grabaciones de audio y de vídeo que muestran las debilidades humanas de quien debía representar con su persona al país como símbolo supremo del Estado. Pero lo conocido repugna y da asco. El mismo que provocaría ver usar la bandera nacional, otro símbolo del Estado, de papel higiénico. Pero, entiéndase bien, el asco no es por las calenturas del intocable ni porque se constate ahora que se bajaba los calzoncillos para refocilarse en alcobas ajenas y se le fuera la lengua entre las sábanas, cual bocazas encoñado, sobre nuestros representantes políticos y otros asuntos todavía turbios de aquella Transición que tanto nos vendieron como modélica. Sino porque sus sinvergonzonerías eran silenciadas generosamente con pagos millonarios a cargo de las arcas del Estado y perfectamente toleradas y protegidas por el gobierno, militares, empresarios, medios de comunicación y demás instituciones compinches de sus deslices impropios e inaceptables, sin que ningún juez, de esos que gustan instruir  prospectivamente hasta hallar algún indicio delictivo, haya osado mirar a palacio. Era y continúa siendo intocable.

Y eso es lo verdaderamente repugnante y preocupante de lo que ya es notorio y se publica sin cautelas regias. Esa total impunidad del intocable para cometer sus fechorías, que no consistían sólo en “regalar” dinero a cambio del silencio de sus víctimas, sino sus elusiones fiscales, su evasión de capitales, sus fundaciones opacas, sus cuentas bancarias en paraísos fiscales, sus delitos por malversación de caudales públicos y, para colmo, su inviolabilidad con la que obligaba al Estado a hacerse cargo de las gratificaciones entregadas a sus despechadas `amigas´ por los servicios carnales prestados. Todo un truhán y un señor, como cantaba aquel.

Un tinglado de complicidades en las más altas instancias del Estado para supuestamente defender el andamiaje político que se construyó en la Transición sobre la institución que el intocable representa. Y que no dudó en valerse de los servicios de inteligencia para “limpiar” las sucias huellas de sus deslices inapropiados, como cuando sometieron a acoso a la empresaria alemana, con la que cruzó continentes en secreto y se dejó fotografiar en actos oficiales sin rubor alguno mientras vivieron un romance, por negarse a devolver los 100 millones de dólares que el intocable le había regalado en forma de “donación irrevocabñle” y que después reclamaba. Un dinero, por cierto, obtenido de un país árabe rico en petróleo por la adjudicación de las obras del  tren de Alta Velocidad. Y un romance que acabó en pleito y puso al descubierto la catadura de unos personajes que vivían, entre achuchones, un mundo de adulterios, codicia, corrupción, espionaje y cacería de elefantes.    

O cuando aquella otra, conocida por su afición a deslumbrar como vedette, que después de una relación de más de 15 años, recibió 25 millones de las antiguas pesetas por no hacer público el material que grabó, la muy cuca, de sus encuentros. Y que no contenta con ello, logró un acuerdo por el que, además obtendría otros 600 millones de pesetas (3,6 millones de euros), divididos en un primer desembolso de 100 millones y el resto en pagos anuales de 50 millones, durante 10 años, por destruir esas grabaciones. ¿Qué contenían de tanto valor?

Indudablemente, su valor radica no sólo en las  acrobacias amatorias de sus protagonistas, sino en las insinuaciones y confidencias que se hacían entre ellos, referidos, entre otros asuntos, a lo que sabía el intocable sobre el frustrado golpe de Estado antes de que produjera. Comentarios bajo las sábanas acerca del general Alfonso Armada, preceptor militar y secretario de su casa durante 12 años, quien, por su implicación en la intentona golpista, “ha pasado siete años en la cárcel, cariño, se ha ido a su pazo de Galicia y el tío jamás ha dicho una palabra. ¡Jamás! En cambio, este otro está largando…” El otro al que se refiere el intocable es Sabino Fernández Campo, también jefe de su casa hasta que prescindió de él y que, según el libro de memorias de José Bono, dijo que el intocable no esperaba tiros cuando escuchó los disparos en el Congreso el día del golpe. ¿Esperaba algo el intocable?

Demasiada impunidad y demasiadas zonas oscuras en el desempeño de las supremas funciones del intocable que deberían ser esclarecidas y corregidas por el bien de nuestra convivencia en democracia y para no tener que transigir con similares barbaridades soberanas en el futuro. De lo contrario, sería preferible modificar el sistema por otro en que el jefe supremo no sea intocable y fuera elegido cada cierto tiempo por los ciudadanos, sin más historias. Digo yo.