Es lo que me sucedió hace poco cuando, durante un paseo
dominical por el centro de la ciudad, disfrutando de un día espléndido que
invitaba a dejarse arrastrar entre callejuelas bañadas de luz y bendecidas por
una temperatura agradable, de súbito una señora me clavó su mirada fija, impidiéndome
el paso. Sin desearlo, me detengo más sorprendido que asustado, presagiando
que, como solía ser habitual, mi despiste congénito me enfrente ante algún conocido
del que no recuerde ni el nombre. Estuvimos mirándonos seis o siete segundos,
que me parecieron eternos, mientras rebuscaba en mi mente las fichas olvidadas de
la memoria de amigos, compañeros o extraños con los que hubiera mantenido una
relación antigua ya interrumpida. No sería la primera vez que habría charlado con
alguien al que remotamente sabía que debía conocer pero no terminaba por
recordar, siguiéndole el hilo de la conversación. No fue el caso.
Pero por si no tenía bastante escarmiento, aquel mismo día y
durante el mismo paseo un señor mayor con sombrero pronuncia mi nombre a viva
voz mientras nos cruzamos en un puente, obligándome a mirarlo y detenerme. Insiste
en preguntarme si me llamo así. Esta vez la lucidez no acude en mi ayuda. Como
le confieso que no lo reconozco, comienza a contarle a su acompañante que yo
era compañero suyo del bachillerato, que era natal de un país caribeño y que,
junto a otros colegiales, compartimos unos años de estudios y gamberradas. La
descripción del contexto de mi adolescencia desempolvó mi memoria, y los rasgos
de aquel hombre mayor se fueron aclarando hasta coincidir con los de un antiguo
camarada de mocedad. Y otra vez la vejez de otros sirve de espejo de la propia.
Por mucho que intentemos ignorar el paso del tiempo, engañando a nuestros
sentidos de sus heridas, serán los otros los que harán, aun sin pretenderlo, que
nos sintamos viejos, aunque la edad y sus síntomas hayan sido clementes con uno.
Todo se confabula para que no olvidemos que los años no perdonan a nadie. Maldita
sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Este blog admite y agradece los comentarios de los lectores, pero serán sometidos a moderación para evitar insultos, palabras soeces y falta de respeto. Gracias.