El título de esta entrada hace un juego de palabras con el del cuento que inaugura e ilustra la portada de mi libro de relatos. Si el protagonista del cuento acaba "atropellado por un sueño", yo me he visto agraciado por un sueño… cumplido. Un largo sueño que me brinda diversos momentos agradables que me impiden despertar o me hacen soñar despierto. Desde que publiqué el libro, hace sólo un par de meses, no ha hecho más que darme satisfacciones, a pesar de los temores que me embargaban y que me mantenían preocupado y hasta nervioso.
La primera satisfacción fue ver la obra en la calle. Aunque
siempre acaricié la posibilidad de publicar un libro de relatos de ficción,
nunca lo creí probable, pensé que jamás lo conseguiría. La mera existencia
física del pequeño y humilde tomo de Cuentos minúsculos que se asoman a
realidades sorprendentes (Editorial Punto Rojo Libros) es, en sí,
motivo de una alegría indescriptible, la constatación de que un viejo sueño
estaba materializándose y se hacía realidad. Se cumplía, así, aquel deseo de
ver mis cuentos en forma de libro y no como simples folios grapados y guardados
en un cajón.
El segundo momento de sorprendente satisfacción fue la
acogida que ha tenido el librito entre amigos y familiares, no sólo por adquirirlo
en cuanto supieron de su existencia, sino por las críticas y comentarios
favorables que les ha generado su lectura, muchos de los cuales me los han hecho
llegar con inmerecida deferencia y generosidad. Como muestra, las reseñas que hacen
mi compañero y amigo Aurelio Freire Martín, que no duda declarar
sentirse “orgulloso de tener un amigo con esas dotes y esa sensibilidad para
escribir”. Y la del filólogo, compañero de mi hija, Javier Parejo, quien
dice tener “sana envidia” mientras lee unos cuentos que no le parecen “nada
minúsculos, sino contundentes”. Si estas manifestaciones no son parte de un
sueño cumplido, se le parece bastante.
Pero queda aún un tercer momento de este sueño tan grato y maravilloso. Dos amigos de ámbitos diferentes se confabulan para proporcionarme una inimaginable alegría. Salvador Sobrá, vocal de cultura y coordinador del Departamento de Ocio y Cultura del Excmo. Colegio Oficial de Enfermería de Sevilla (ECOES), me propone, sin habérselo pedido, organizar un acto de presentación del libro en la sede de la institución colegial. Este ha sido el único motivo afortunado que he tenido por estar colegiado durante toda mi vida laboral, admitiendo que siempre he sido contrario a la obligatoriedad de cualquier colegiación profesional. Salvador ha conseguido dos cosas: congraciarme con el Colegio y hacerme deudor de nuestra amistad.
Y para acompañarme en ese acto, la espontánea y generosa disposición
de otro amigo entrañable, Juan Pablo Bellido Muñoz, decano del Colegio
Profesional de Periodistas de Andalucía, quien se ha prestado a trasladarse
desde Córdoba para hacer una semblanza de mi persona a la hora de presentar al
autor del libro. Con seguridad, expondrá mi faceta periodística, la que me ha
permitido colaborar con él durante más de una década, y que es desconocida por
la mayoría de mis compañeros de Enfermería.
Este último episodio del sueño sacia todas mis expectativas.
Me colma de una satisfacción enorme y de un sentimiento de gratitud para con tantos
amigos, familiares, compañeros y desconocidos que, además de leer mi libro, me
honran con sus apreciaciones y muestras de afecto. Ojalá pudiera expresarles personalmente
a todos ellos mi agradecimiento más sincero durante el citado acto de
presentación en el ECOES, el próximo día 27 de septiembre, a las seis de la
tarde. Quedan, por tanto, todos invitados. Estar rodeado de tantos amigos es
ser agraciado por un sueño. Un hermoso sueño. Gracias.
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