viernes, 15 de agosto de 2025

La memoria de la amistad

Además de la familia, la memoria es capaz de guardar intacta la imagen de ciertos amigos durante toda la vida. Su impronta es imperecedera, a pesar del tiempo transcurrido. Y sin que exista ningún motivo relevante que lo justifique, sino probablemente por la relación de mutua simpatía y sinceridad que caracterizó esa amistad. Y porque se estableció a una edad en que las ilusiones y las ingenuidades permitían aventurar expectativas infinitas en un futuro limpio de nubarrones y lleno de posibilidades, como los sueños. Seguramente, los psicólogos dispongan de alguna explicación más prosaica de lo que acontece con recuerdos tan profundos y arraigados.

Lo cierto es que esa imagen del amigo de mi adolescencia, después de más de cincuenta años sin verlo, se mantiene nítida en mi memoria. Y se conserva así, congelada en el tiempo, porque desde entonces no hemos tenido ningún contacto ni apenas sabido nada el uno del otro. Como si fuera un fotograma no contaminado por los años ni los cambios en la persona. A buen seguro, ni su rostro ni su pensamiento o comportamiento sean los mismos de los que retengo en la memoria. Será algo recíproco porque ni yo mismo soy el mismo. Aunque, tal vez, puedan delatarnos ciertas expresiones, gestos o viejas aficiones atemperadas por la incredulidad que el tiempo acumula sobre ellas, como el óxido en los metales.

Pero, de pronto, se desentierran momentos que ni siquiera sospechábamos recordar, cuando casualmente hallamos rastros materiales que testimonian aquella antigua amistad, como el dibujo que acompaña estas líneas. Fue un regalo de ese amigo que certificaba, en un remoto 1980, además de la amistad temprana que nos unía, el camino que estaba decidido emprender por el mundo del arte y la pintura. Y, al cabo de cinco décadas, en ambas cosas ha sido fiel a sus anhelos y sentimientos. Porque sigue siendo mi amigo y se ha convertido en un gran pintor de enorme prestigio. A pesar de que llevemos más de cincuenta años sin vernos. Y aunque hace poco nos hemos encontrado gracias a internet, yo lo sigo recordando como entonces, como mi amigo de San Jerónimo.   

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