martes, 12 de diciembre de 2023

¿Quién era Kissinger?

Hace poco, supimos la noticia del fallecimiento, en Kent (Connecticut, EE.UU) de Henry Kissinger. El hecho no apareció en los medios porque el finado tuviera una edad a la que la muerte pareciera haberle concedido varias prórrogas. Sino por quien había sido. Henry Kissinger fue un todopoderoso Secretario de Estado durante las presidencias de Richard Nixon y Gerard Ford que, en la última mitad del siglo pasado, influyó y orientó la política internacional de los Estados Unidos de América (EE UU). Era la época en que EE UU estaba detrás del golpe de Estado de Chile y arrasaba con napalm Vietnam y Camboya. También, fueron los años en que Washington hacía la vista gorda cuando Pakistán masacraba Bangladesh, matando más de 300.000 personas y empujando a 10 millones de perseguidos hacia el exilio en la India de Indira Ghandi. O apoyaba la asonada del General Suharto en Indonesia, quien permaneció en el poder hasta 1998. Se podría decir, en fin, que Kissinger era el representante y teórico de la época del imperialismo cañonero que defendía la hegemonía global de los Estados Unidos de América.

Fue un personaje en verdad belicoso y ambicioso, dotado de una inteligencia privilegiada para el maquiavelismo y los tejemanejes políticos, a los que se entregaba sin reservas morales, éticas o legales. Un auténtico Rasputín de la Casa Blanca, experto en estrategia de Guerra Fría y Realpolitik e inventor de la diplomacia itinerante, lo que lo llevaría a estar presente en todos los conflictos y salsas políticas que se cocieron en aquellos años.

Acumularía tanto poder que llegó a ser la primera persona de la historia de EE. UU. en abarcar de forma simultánea los cargos de Asesor de Seguridad Nacional (1969/1975) y Secretario de Estado –ministro de Exterior- (1973/1977) de Nixon y Ford. Sin embargo, su ambición tenía un tope insuperable: como no era norteamericano nativo, no pudo aspirar a la presidencia del país, algo vetado a las personas no nacidas en EE.UU.

Heinz Alfred Kissinger era un inmigrante alemán de origen judío que huyó de su país con su familia para escapar de la persecución nazi. Natural de Fuerth (Alemania, 1923), en 1938 recaló en EE.UU, con tan sólo 15 años de edad, donde cambió su nombre por Henry. En 1942 obtiene la nacionalidad norteamericana y se integra de lleno en la sociedad yankee, alistándose al Ejército y trabajando en el Cuerpo de Contrainteligencia. Estudia Ciencias Políticas en la Universidad de Harvard, en la que posteriormente también se dedica a la enseñanza, antes de dar el salto a la política bajo el paraguas del Partido Republicano. Obsesionado siempre con la política geoestratégica nacional, no dejó de trabajar como consultor de seguridad para diversas agencias gubernamentales, entre 1965 y 1968, durante las presidencias de Eisenhower, Kennedy y Johnson, hasta que finalmente Richard Nixon lo nombra, en 1969, Asesor de Seguridad Nacional y Secretario de Estado, en 1973.

Kissinger, por tanto, fue no sólo testigo, sino muñidor de buena parte de las políticas, con conflictos, fracasos y aciertos, de lo llegaría a denominarse el siglo estadounidense, aquel orden internacional posterior a 1945 en el que EE.UU. imponía su control y dominio cual gendarme mundial. Entre los logros más aplaudidos de Kissinger, que cambiaron las relaciones internacionales, figura la apertura a la China comunista y el reconocimiento diplomático del régimen de Mao Zedong, propiciando, así, la primera visita de un presidente norteamericano a China, que protagonizó Nixon en 1972. También se consideran un acierto sus políticas de distensión con la Unión Soviética y su reconocimiento como interlocutora de la hegemonía mundial (Conferencia de Helsinki, 1975). Además, como tercer logro, no puede obviarse su implicación en la búsqueda de la paz entre Israel y sus vecinos árabes, mediando para poner fin a la Guerra de Yom Kippur (1973). Son hechos que, vistos desde la actualidad, ofrecen un balance agridulce debido a la persistencia del conflicto Palestino-Israelí, la actitud agresiva de Rusia hacia Occidente y el enfrentamiento estratégico de China por disputar la hegemonía estadounidense. Fueron éxitos diplomáticos más bien temporales.

Y lo que es más grave de su legado, porque fue algo más controvertido que, a la postre, significó una derrota humillante de EE.UU,, fue su participación en los Acuerdos de París, junto a su homólogo Lê Dúc Tho, para poner fin a la guerra de Vietnam. Paradójicamente, gracias a esta labor recibieron ambos interlocutores el premio Nobel de la Paz, en 1973. El vietnamita tuvo la honradez de rechazar un galardón que premiaba unas negociaciones manchadas de sangre, acordes con la predisposición de Kissinger a valerse de la guerra como medio para alcanzar la paz, soslayando, cuando fuera preciso, el respeto a los derechos humanos y exhibiendo su simpatía por regímenes represivos y dictadores.

De hecho, la acción internacional de EE.UU., siguiendo los dictados y consejos de Kissinger, prosiguió con el apoyo a grupos nacionalistas violentos, en su pulso de poder con la Unión Soviética, como la Unita en Angola, los Contra en Nicaragua y toda clase de dictadores de África y Oriente Medio, según conveniencia de los intereses geoestratégicos de EE.UU., su país de adopción.      

Toda estas iniciativas y actuaciones de Kissinger, quien calificaba el Poder como “el gran afrodisíaco”, fueron materia para un libro de Christopher Hitchens, “El juicio de Henry Kissinger” (2001), en el que lo acusa de cometer, supuestamente, numerosos crímenes de guerra, por los cuales jamás se vio obligado a sentarse en el banquillo ni le provocaron remordimiento alguno.

Por el contrario, lo encumbraron a lo más alto del prestigio político y de la fama. Sus libros son todavía de obligada lectura entre los académicos de relaciones internacionales y los aspirantes al pragmatismo cínico en política, donde dio sobradas muestras de que, por lo general, la teoría y las buenas intenciones no siempre concuerdan con el ejercicio del poder.

Así era el Secretario de Estado más emblemático de EE.UU. que falleció el pasado mes de noviembre a los cien años de edad. Una edad que no le impidió realizar una última visita no oficial a China, protagonizando un encuentro con el presidente Xi Jinping de fuerte connotación simbólica, cincuenta años después de aquella con la que inauguró las relaciones entre EE. UU. y la China de Mao Zedong,  Y es que, dicen los que le conocieron, Kissinger conservaba aun, a esa edad provecta, la lucidez mental y la memoria, con la que repasaba su influyente y paradigmática trayectoria, sin que la conciencia le perturbase el ánimo. Todo un personaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Este blog admite y agradece los comentarios de los lectores, pero serán sometidos a moderación para evitar insultos, palabras soeces y falta de respeto. Gracias.