Los días transcurrían con la placidez reconfortante de no estar sujetos a horarios ni a obligaciones que acaban imponiendo esa prisa agotadora con la que se va a todas partes. Horas lánguidas que venían marcadas por los apetitos del cuerpo y las necesidades del espíritu. Con tiempo reposado para saciar el hambre, bañarse en las piscinas, tomar el sol, dar paseos, enfrascarse en la lectura de algún libro, charlar con tu pareja como no hacías desde que el trabajo, los niños y las deudas se adueñaron de tu tiempo, intercambiar impresiones con los dueños de la finca, quienes, simpatiquísimos, te revelan sus fatigas y proyectos, acercarse al pueblo para descubrir algún que otro bar que no conocías o maravillarte de un cielo nocturno plagado de estrellas que te permite ser testigo del silencioso paso de algún satélite, el parpadeo luminoso de un avión o el rastro breve de una estrella fugaz. Sin periódicos y sin apenas televisión. Solo la naturaleza y tú.
Este regreso a La Favorita, un hotel rural en Constantina, vuelve a confirmar que solo en un ambiente en plena naturaleza, sin el bullicio urbano ni aglomeraciones turísticas, es posible encontrar el remanso de paz y tranquilidad que siempre se anhela y tantos beneficios proporciona. No hace falta insistir en recomendarlo, no solo para disfrutar de unas pequeñas vacaciones veraniegas distintas, sino también para realizar alguna escapada de fin de semana en cualquier época del año. Es lo que me he propuesto para no aguardar hasta el próximo agosto, en que regresaré, sin duda, a La Favorita. Descúbranla.sábado, 24 de agosto de 2024
Regresar a La Favorita
No podía ser de otra manera. Tenía que volver, repetir un
año más la experiencia de sumergirme en la tranquilidad y la paz de un enclave
singular en plena Sierra Norte de Sevilla. Tenía que regresar a la finca La Favorita, un hotel rural de sólo seis habitaciones, que el verano anterior me
causó una impresión tan grata que prometí volver a visitar. Y lo he hecho. Y no sólo se han
cumplido las expectativas, sabiendo ya lo que podía esperar de un lugar tan
especial, sino que éstas se han visto colmadas con creces por la belleza inconmensurable
del paisaje montañoso y el encanto acogedor de unas instalaciones diseñadas al
detalle para que el visitante se aísle de cualquier preocupación gracias al
rumor del aire entre los árboles, el balar de ovejas, el chapoteo del agua en
fuentes y albercas y los zumbidos de libélulas y abejas que rayan el silencio.
Volví a sentirme parte de la naturaleza y me entregué por completo a
disfrutarla activamente con todos los sentidos.
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