viernes, 14 de octubre de 2022

Neuronas humanas en ratas

Ahora resulta que, ¡albricias!, insertando neuronas humanas en el cerebro de ratas recién nacidas, estas facultan al roedor a lamer un dispositivo cada vez que deseen ingerir agua después de un estímulo luminoso. Al parecer, las neuronas influyen en el comportamiento y en la sensibilidad del huésped. Además, se ha comprobado que las neuronas injertadas crecen siete veces más rápido que “in vitro” y se conectan sin problemas al tejido cerebral del animal. Para los científicos que han alcanzado tal milagro, se trata de un avance extraordinario de la neurociencia que abre un abanico infinito de posibilidades en el futuro.

Cada vez estamos más cerca de comportarnos como el ayudante del Creador, ingenuo aprendiz que cree poder copiar los experimentos del Maestro y jugar con los rudimentos de la vida. Por lo pronto, ya hemos hecho que las ratas aprendan rápido a buscar agua, cosa que ya sabían hacer sin tanta celeridad. Dependiendo de las neuronas que les injerten, pronto aprenderán a jugar a las quinielas y cazar gatos con humano maquiavelismo. Y es que la ciencia avanza con tanta velocidad que supera nuestra capacidad de asimilación. Ya habíamos probado a crear un clon de una oveja de la que nunca más se supo. Ni para lo que sirvió. Parece que es más aconsejable ir paso a paso, órgano a órgano, y no con un individuo al completo. Por eso ahora se experimenta con poner a las ratas células neuronales humanas. Si el bicho ya era repelente y temible de por sí, con facultades semihumanas será intratable, inaguantable y hasta más soberbio que un cuñado. Peor que Putin. Seguro.

Dicen los que saben que estos experimentos permitirán comprender muchas enfermedades y facilitarán futuros tratamientos que hoy son impensables. Me imagino que se refieren a enfermedades de humanos reproducidas en roedores, porque de las patologías de las ratas no han dicho ni . Ni falta que hacía. Tampoco aducen ninguna objeción ética que pudiera plantearse por manipular ratas con cerebros medio humanos y, ¡quién sabe!, ante un posible brote de conciencia de sí mismas y de su lugar en la creación, que las lleve a cuestionarse quiénes son, de dónde vienen y adónde van, y qué hacen los humanos con sus cerebros.

En cualquier caso, se trata de un gran paso para la humanidad que maldita gracia le hace a las ratas, que no saben cómo escapar de los laboratorios. Sin embargo, así es como avanza la ciencia, en la que alguien tiene que hacer de cobaya. Y no iba a ser el hombre que, como Dios, observa e interviene, obrando milagros, desde el cielo de su inteligencia. Amén.

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