domingo, 6 de junio de 2021

Rota

Rota es uno de esos pueblos de la bahía de Cádiz, junto a Sanlúcar, Chipiona y Puerto de Santa María, al que, desde que tengo uso de razón, los sevillanos han acudido en masa para sofocar el calor en los meses más tórridos del verano. Siempre ha estado ahí, bañado por las azules aguas del Atlántico y el aire perfumado de salitre, pero nunca lo había visitado hasta ahora, gracias al azar de la pandemia, la jubilación, las ganas de recobrar la libertad de perder el tiempo y una oferta hotelera imposible de desaprovechar. Y me he llevado una grata sorpresa, sin duda favorecida por la tranquilidad de fechas todavía no vacacionales y unas ganas por recuperar aquella vieja normalidad en que nos tirábamos a la carretera, con las neveritas de las bebidas y los “tuperguares” de tortillas de patata, filetes empanados y picadillos, en busca de playas y diversión.

Rota es idéntica a otras poblaciones costeras, con sus calles estrechas del centro, chalets de antiguos esplendores y un paseo marítimo que invita a intimar con las olas, pero con una identidad o encanto peculiar. Como la cercana Chipiona, dispone la lanza enhiesta de un faro que, más que proteger a los navegantes, curiosea los movimientos de la flota de guerra que entra y sale de la Base Naval que la marina norteamericana, ya de uso conjunto con España, tiene instalada en el municipio. Esa Base militar es la desdicha y la suerte de Rota, un pueblo que ha disfrutado -y disfruta- de los réditos económicos que le brindan tan potentados huéspedes uniformados, aunque sufra la amputación de buena parte de su territorio. Y eso se nota en los mástiles turísticos de las banderas, donde ondean las enseñas de España, Andalucía y Estados Unidos de América.

Por lo demás, Rota ofrece playas de arenales finos y blancos, rincones con arcos y murallones almenados, un puerto pesquero y náutico que no carece de la banda sonora de las gaviotas, plazas y calles engalanadas con flores y tabernas que trajinan vino y cerveza, siempre acompañados con los frutos del mar, en especial los bautizados con “la roteña”, o de la tierra. Un buen sitio desde siempre que descubro hoy, para hacer bueno aquello de que nunca es tarde si… Eso, Rota.

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