El mar no siempre está en calma. En ocasiones se vuelve
bravío y sus aguas se agitan inclementes, zarandeando embarcaciones y generando
olas que golpean con furia la costa hasta arrebatar su arena o erosionan
espigones y acantilados hasta romperlos. Pero el mar al que me refiero no es ningún océano de los que cubren el globo, sino una
persona concreta. Él mismo prefiere ser conocido por el acrónimo de su nombre,
MAR. Será porque se siente identificado con lo bravío del mar. Ahora está en el
candelero por esa cualidad de su carácter, ser un bravío bocazas. Y muy peligroso
dadas sus relaciones políticas con las que consigue arrimarse al poder, como
hizo en su Valladolid natal, donde comenzó a ganarse la vida como periodista, y
como hace ahora en el Madrid de las cañas de Isabel Díaz Ayuso, por quien
vuelve a desatar su bravía lengua viperina.
Estamos hablando de Miguel Ángel Rodríguez, un curioso personaje
capaz de proferir amenazas e insultos cada vez que quiere intentar amedrentar a
un tertuliano, un adversario o un enemigo. En cuanto se calienta, empieza a
responder con improperios y descalificaciones personales como mejor arma dialéctica. No lo puede reprimir porque es lo mejor que sabe hacer de siempre. Es bravío por naturaleza.
Miguel Ángel Rodríguez Bajón, alias MAR, es actualmente jefe
de gabinete de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Ia `popular´ Isabel
Díaz Ayuso. Ella lo fichó como jefe de campaña en 2019 y en las elecciones de
2021. Durante la pandemia lo asciende a director de su gabinete, donde se
encarga de construir la imagen de líder de la presidenta, consiguiendo que se
convierta en la cara visible de la oposición al Gobierno de Pedro Sánchez. No
en balde, MAR tiene experiencia como periodista, publicista, asesor de
Comunicación y político, por lo que domina el arte de la persuasión y la lógica
del populismo, sin rehusar al lenguaje agresivo, faltón y, si se tercia,
vulgar.
A raíz del escándalo generado al descubrirse que la pareja sentimental
de Ayuso defraudó 350.951 euros a Hacienda por el cobro de comisiones
millonarias, obtenidas con la venta de mascarillas durante la pandemia a la
Comunidad de Madrid, el ideólogo y mano derecha de la presidenta mandó varios
mensajes intimidatorios de
whatsapp a
la periodista del digital
elDiario.es
que publicó la noticia. En la investigación periodística se informaba sobre una
trama de facturas falsas y empresas pantallas que permitieron al novio de la
presidenta madrileña
embolsarse dos millones de euros en contratos de mascarillas. En sus mensajes MAR amenazaba
con “triturar” al periódico y avisaba de que “vais a tener que cerrar”. Y lo
remataba con “idiotas. Que os den”. La periodista pregunto a continuación: “¿Es
una amenaza?”. “Es un anuncio”, contestó el ínclito MAR en una conversación
iniciada y finalizada por él.
Como es natural, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la
Comunidad de Madrid y novia del defraudador, comenzó a reaccionar, negando los
hechos y acusando de conspiraciones al Gobierno, a Hacienda, a la Fiscalía y a
los medios de comunicación, mientras cambiaba sus explicaciones conforme afloraban
nuevos datos. Entre otros, que el defraudador intentó vender vacunas contra la
covid a Costa del Marfil cinco veces más
caras de lo que costaban, a 17 euros en vez de los tres euros que realmente
valían, a fin de obtener una comisión del 7,5 % que le proporcionaría más de
dos millones de euros de beneficio. Aquel país de África, pobre pero no tonto, no
aceptó.
Otro dato que también ha salido a la luz es que el piso de
208 metros cuadrados, valorado en un millón de euros, en el que vive la
Presidenta de Madrid con su pareja desde 2021, había sido adquirido en exclusiva
por este espabilado comisionista gracias, presuntamente, al dinero defraudado.
En realidad no es un piso, sino dos: uno encima del otro. Juntos suman más de
300 metros cuadrados. El inferior está a nombre de él. Y el de arriba, un ático
con terraza, a nombre de la empresa Babia Capital, SL, cuyo administrador único
es el abogado del novio.
En honor a la verdad, hay que reconocer que el propio
defraudador había reconocido los delitos de los que se le acusa puesto que intentaba
alcanzar un acuerdo con la Fiscalía de Madrid para rebajar la condena y su cuantía al
aceptar los cargos. Lo que evidencia que un novio que sale “rana” le puede pasar
a cualquiera. O un hermano que también aprovecha la pandemia para forrarse con
las comisiones de mascarillas. O colaboradores imputados y condenados de otra
expresidenta madrileña que fue maestra de la actual. E, incluso, otra expresidenta
de la misma Autonomía -y del mismo partido-, que fue pillada “in fraganti” birlando perfumes…. En
fin.

Pero, en esta ocasión, la cosa comienza a enredarse aun más cuando
interviene, en defensa de Ayuso (que algo sabrá -o no- de los negocios con
quien comparte catre y afanes), su fiel escudero bravío. Y MAR lo hace a su
estilo: esparciendo amenazas, calumnias e infundios a diestro y siniestro.
Primero filtra los correos entre el abogado del defraudador y la sección de delitos
económicos de la Fiscalía de Madrid, para luego poner en duda la probidad de la
Fiscalía. Inicia, así, una campaña de desinformación con la que alimenta la
especie del complot que todos los poderes del Estado promueven contra
Isabel
Díaz Ayuso. Después amenaza a
periodistas y medios de comunicación por investigar el asunto. Y, no contento
con eso, se inventa bulos que envía a la prensa afín para señalar a periodistas
“encapuchados” que supuestamente acosan a vecinos y que intentan entrar a la
vivienda de la presidenta madrileña, facilitando la identificación y fotos de reporteros
de los medios que cubren el caso y contrastan la información. Cuando la patraña ha
sido difundida por esa prensa afín, admite finalmente ser el autor de los
bulos. Pero, lo grave, no es que se dedique a fabricar
fakenews
desde un despacho oficial, sino que elabore una forma nada sutil de lista
negra de periodistas de medios que le molestan. Algo de lo que tiene
experiencia desde sus inicios.
En 1987 andaba cubriendo la campaña electoral de José María
Aznar a la Presidencia de Castilla y León. Y acabaron siendo tan amigos que,
tras la victoria electoral, Aznar lo nombra Portavoz de la Junta de aquella Comunidad Autónoma durante el bienio de
1987-89. Ya en ese tiempo fue acusado de ser el inspirador de una lista negra de
periodistas sospechosos por cuestionar al Gobierno regional. ¿Qué castigo sufrió? Le nombran, en 1990, director de la Oficina de Información del Partido Popular. Y
se relaciona tan bien que aparece como pagador de dinero negro, en 1992, a una
presentadora de televisión en los famosos papeles de Bárcenas –extesorero
nacional del PP-, hechos que tuvo que reconocer. Lo de la listas negras le es,
por tanto, familiar como un consumado experto.
También en amenazas. Véase si no. Aznar se lo trajo a Madrid
y en el primer Consejo de Ministros
lo
nombró secretario de Estado de Comunicación y, de hecho, Portavoz del Gobierno,
en 1996. Desde ese puesto amenazó al entonces dueño de Antena 3, Antonio
Asensio, gritándole por teléfono al periodista José Oneto, delante de testigos:
“Dile a tu jefe que va a ir a la cárcel”. “No voy a parar hasta que Asensio
acabe en la cárcel”. “Te avisaré un minuto antes”. ¿Qué había hecho Asensio,
por Dios? Pues, simplemente, no plegarse a las presiones del Gobierno para vender los derechos de varios clubes de fútbol al holding
audiovisual
que estaba levantando la
Telefónica del compañero de pupitre de Aznar, Juan Villalonga, y vendérselos a
Sogecable, la empresa de televisión por satélite de Prisa, editora de El País,
periódico, por supuesto, “sospechoso”. Sus amenazas y chantajes quedaron al
descubierto en una Comisión Constitucional del Congreso en 1997. Y dimitió por
motivos personales en 1998.
Pero continúa erre que erre. Porque como tertuliano no tiene
parangón para el espectáculo tabernario. Abre la boca y escupe sapos y culebras.
Ni siquiera Eduardo Inda es tan capaz para la bronca, tal vez Federico Jiménez Losantos se le acerca. En el
programa de 13Tv “El cascabel al gato”, profirió sin rubor insultos al Gran
Wyoming, presentador de “El Intermedio” en la Sexta televisión, que le rebatió
unas afirmaciones suyas sobre los funcionarios: “Se me ha puesto a parir,
cocainómanos incluidos”. E insistió: “El cocainómano Monzón (apellido real de
Wyoming) diciendo barbaridades. El cocainómano ese sigue ahí, a saber a quién
le pasa cocaína, lo estoy investigando”.
Tan bravío es que por culpa de esa boca ha sido, en
ocasiones, condenado, a pesar de sus “padrinos” en el poder. Es lo que sucedió
en 2011 cuando lo condenaron por tildar reiteradamente de nazi, en dos
programas de televisión, al doctor Luis Montes, anestesista y coordinador de
Urgencias del hospital Severo Ochoa, por
supuestas sedaciones irregulares realizadas en ese centro médico, aunque ya la
Audiencia de Madrid había archivado el caso. Y cuando fue condenado por provocar un accidente de tráfico
en Madrid, en 2013, por conducir borracho. Sufrió un año de retirada del carnet
de conducir.
Ahora se ha pasado. No sorprende a nadie. Pero se ha
extralimitado, quizás creyéndose más fuerte que nunca, porque en cualquier democracia su comportamiento como jefe de gabinete de la presidenta madrileña es incompatible
con un cargo público. Y porque ha atacado la libertad de prensa y el derecho
a la información de los ciudadanos.
Así de bravío es Miguel Ángel Rodríguez, alias MAR, el goebbel propagandístico de la presidenta
de Madrid, cuyo novio ha resultado ser un defraudador fiscal y un comisionista
sin escrúpulos. Al parecer, en tales
ámbitos hay que ser así, carentes de escrúpulos y ser bravíos. De Ayuso ya
hablaremos en otra ocasión.