sábado, 27 de marzo de 2021

Batiburrillo

La primavera acaba de nacer y ya el verano se deja sentir al mediodía en esas jornadas inundadas de luz que huelen a salitre. Para que la impaciencia estacional no tenga excusas climatológicas, el domingo se adelantará una hora en el reloj, con lo que el Sol podrá recrearse en recalentar nuestras cabezas hasta cada vez más tarde, arrebatándole horas a la noche. La sensación de asfixia, y no sólo por el calor, nos acompañará como una sombra con mascarillas, impidiéndonos respirar los aromas primaverales que inundan el aire y alteran la sangre. Una segunda primavera en nuestras existencias que estará vedada para toda nariz embozada y las reuniones de nostálgicos que disfrutaban con una sensibilidad a flor de piel. Sólo las vacunas parecen infundir alguna confianza en ser como éramos para estar como estábamos, confiados y sin peligros en el ambiente que nos cohíban sucumbir a los encantos de la naturaleza cuando cambia de ropaje y se viste de flores. Pero las vacunas son escasas, se administran con lentitud y no aseguran un efecto inmunológico ni suficiente ni permanente, pero sirven para que algunos privilegiados hagan uso de su facultad para saltarse las normas y adelanten su vacunación, en claro desprecio al resto de la población. Mientras tanto, los que sólo podemos aguardar lo que la suerte nos depare, seguimos celebrando que la primavera ya brilla en los pétalos de nuestros ojos, haciéndonos vibrar con un batiburrillo de sensaciones. Tantas como asuntos llaman nuestra atención y se mezclan en reflexiones abirragadas.

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