lunes, 29 de marzo de 2021

Ciudadanos, el hijo pródigo

Ciudadanos inspiró con su nacimiento cierta esperanza en una derecha civilizada, moderna, libre de ataduras clericales y ultraconservadoras que, en lo social, caracterizan a la derecha capertovetónica de la España cañí, bien representada por el Partido Popular. Como partido político, Ciutadans había nacido para luchar, en sus inicios, contra el nacionalismo que dominaba la acción política y de gobierno en la Cataluña donde se fundó, en 2006. Surgió durante esa especie de “primavera” española que motivó a los descontentos con el sistema bipartidista de nuestra democracia a expresar en plazas y calles aquel grito contagioso de “no nos representan”. De la ingenuidad de aquellos indignados germinó lo que en seguida se denominaría “nuevos partidos emergentes”, los cuales en poco tiempo transformarían el cómodo bipartidismo parlamentario, que alternaba mayorías en el poder, en otro escenario más fragmentado que, no obstante, reproducía en su conjunto los dos bloques ideológicos (derecha e izquierda) de la política española. Al principio, esas formaciones emergentes buscaron diferenciarse de los partidos convencionales, pero sin dejar de alinearse en torno a sus respectivas órbitas o nichos ideológicos. Es por ello que Podemos aspiraba ser la izquierda de la izquierda (PSOE), mientras Ciudadanos pugnaba por representar la izquierda de la derecha (PP), en el sentido más liberal y menos dogmático del conservadurismo hispano. Ambas formaciones intentaban afanosamente hacerse un hueco en los extremos de los polos políticos que definen el sistema de partidos de España. Un tercero en discordia, Vox, sin problemas de identidad, se exhibía abiertamente como la derecha de la derecha, buscando atraer a toda la ultraderecha nostálgica del franquismo, la de los “blaspiñaristas” recalcitrantes que hasta entonces hallaban cobijo en la papeleta electoral del PP. Fue así como, de aquella “primavera” de hace una década, brotaría una cosecha de múltiples opciones políticas en dónde elegir, según el gusto del votante más puntilloso.

Los “naranjas” de Ciudadanos, liderados por el joven y espabilado abogado Albert Rivera, se definieron al principio como socialdemócratas, defensores de la igualdad y luchadores contra el nacionalismo. Con ese bagaje de fresca espontaneidad, Ciutadans consiguió sus primeros tres diputados en la Generalitat de Cataluña. Embriagados con tal éxito, emprenden la conquista de la política nacional con un Albert Rivera convertido ya en líder indiscutible e indiscutido de la formación. Fortaleciendo al partido con la absorción de otras pequeñas formaciones locales, diseminadas por toda la Península, a punto estuvo Ciudadanos de acariciar el poder, al lograr 57 escaños en el Congreso de los Diputados. Ya entonces se declaraba un partido liberal, que porfiaba al PP su nicho electoral, y de hecho casi lo consigue, ya que le faltaron 200.000 votos para propinar “sorpasso” a los conservadores. Sin embargo, este logro significó también el desplome de una formación que no supo digerir el triunfo ni administrar la súbita fuerza que le proporcionaba. Quería más, y lo perdió todo.

El afán por convertirse en referente de una nueva y honesta derecha española, no de la enfangada por los escándalos de corrupción que salpicaban al PP, y embebecido en la soberbia de tampoco dejar que el PSOE se hiciera con la presidencia del Gobierno, con el que llegó a firmar un acuerdo de coalición, al que sus 57 votos, sumados a los 123 de los socialistas, otorgarían mayoría absoluta, imposibilitaron lo que a todas luces parecía lo más idóneo, un Gobierno PSOE-Cs. Rivera se atrincheró en su negativa de no dejar gobernar a Pedro Sánchez, líder del PSOE. Al repetirse las elecciones, Ciudadanos se desinfla y sólo consigue diez diputados, lo que empuja a Rivera a dejar la política y a su partido hundido en la insignificancia. Durante su corta vida, el partido “naranja” ya había orillado en las cunetas a las figuras más señeras que no se doblegaron a los imperativos estratégicos del líder.

Entre 2006 y 2021 se escribe el orto y el ocaso de un partido neoconservador que retorna al hogar de la derecha española, el viejo PP. Y tanto es así que, según Juan Carlos Girauta, antiguo peso pesado de los “naranjas”, “quien no votó a Ciudadanos, se fue al PP y a Vox”. Y para que no quepa duda, lo afirma por escrito desde las páginas del diario conservador, monárquico y católico por excelencia de España, el de la grapa. Así, pues, Ciudadanos es aquel hijo pródigo que regresa a la casa del padre, el Partido Popular, del que también, por cierto, salió Vox. ¿Realmente, existen diferencias entre ellos? Ha faltado una moción de censura para obtener la respuesta.

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