Y eso es, justamente, lo que me sucedió a mí. La primera vez que visité el Museo de Bellas Artes de Sevilla, en mis años mozos, salí frustrado a la media hora. Aquellas pinturas me resultaban tétricas, oscuras y propias de un anticuario o de una iglesia de fúnebre atmósfera. No me gustó nada porque yo era tan “moderno” que no entendía lo que estaba mirando. Aquel estilo (todas las obras me parecían del mismo estilo) de fondos negros, temas religiosos y marcos sobrecargados, me impresionó desagradablemente. Recuerdo que pensé que esto yo no lo colgaría en mi casa ni muerto. Ahora lo reconozco: era un paleto ignorante.
A lo largo de mi vida he visitado en múltiples ocasiones el Bellas Artes. Y cada vez me iba gustando más, hasta el punto de quedarme extasiado con algunas de sus obras, a pesar de seguir siendo un ignorante en historia del arte. Y esa historia del arte que se producía en Sevilla –que influía en otras corrientes artísticas de Andalucía y, al mismo tiempo, recibía influencias de esas y de otras extranjeras- es lo que se puede apreciar, sabiendo lo que vemos, en el Museo sevillano: la evolución del arte medieval hasta el moderno en pintura y escultura. A cada visita se despertaba mi admiración por alguna obra que anteriormente me dejaba indiferentePor eso, hoy, quisiera dejar constancia de las obras que para mí suponen toda una sorpresa que me dejan con la boca abierta, que me impactan por la magistral ejecución con la que han sido elaboradas y por la que siguen despertando admiración al cabo de los siglos. Serán sólo tres ejemplos de las maravillas que atesora el Museo de Bellas Artes de Sevilla y que para este analfabeto en Arte constituyen muestras magistrales del arte sevillano a lo largo de su historia. Son éstas:
San Jerónimo penitente, una de las pocas esculturas que se conservan del italiano Pietro Torrigiano durante su estancia en Sevilla, a la que llega en 1521 hasta su fallecimiento en 1528. Es tan impresionante que se expone en solitario en una sala del museo. La obra, realizada en barro cocido policromado (material habitual en la Sevilla de los siglos XV y XVI), muestra al santo en tamaño natural, con una rodilla en tierra y portando una cruz en su mano izquierda mientras que con la derecha cobija una piedra con la que se mortifica, golpeándose con ella.
Impresiona sobre todo la perfecta anatomía del cuerpo esculpido, con sus músculos y las venas que los recorren correctamente señalados, cuyo realismo despierta la emoción del observador. Para elaborarla, el escultor tomó de modelo a un viejo criado de unos comerciantes florentinos afincados en Sevilla, esculpiendo, así, un anciano fibroso y delgado, compacto pero no voluminoso, que mantiene una posición tensa en un equilibrio inestable. Aparte del impactante estudio anatómico, en la escultura destacan, además, su magnífica cabeza y los pliegues del paño, detalles todos ellos que dotan a la figura de una capacidad expresiva excepcional, lo que pone de relieve no solo conocimientos de la estatuaria clásica del autor, sino también su trabajo con modelos vivos y la formación adquirida a través de algunas de las mejores obras y autores del Renacimiento italiano.
Por ello no es de extrañar que esta obra, admirada por sus contemporáneos y elogiada por la crítica artística posterior, causara sensación entre los artistas sevillanos de su tiempo, pues introdujo las formas plenamente renacentistas en la escultura sevillana. De hecho, ha servido de referente para cincelar anatomía en innumerables escultores de generaciones posteriores. Incluso, la imagen del santo esculpido por Torrigiano sentó un precedente y ha pasado a formar parte, desde entonces, de su iconografía a la hora de representarlo.San Jerónimo penitente es, pues, una obra universal, referente de la Historia del Arte, que tenemos la suerte de poder admirar en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Para el crítico de principios del siglo XIX Ceán Bermúdez, no es solo “la mejor pieza de escultura moderna que hay en España, sino que se duda la haya mejor que ella en Italia o Francia”.
Conociendo estos datos, es fácil quedar fascinado ante una obra tan impresionante.
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