domingo, 21 de febrero de 2021

Vivencias de un (casi) enclaustrado (23)

Vamos surfeando la tercera ola de la covid, temerosos de que en cualquier momento nos caigamos de la tabla y seamos engullidos por esa montaña de agua infestada de virus. Y como en ocasiones anteriores, ya estamos discutiendo si acelerar el descenso o mantener la precaución de hacerlo más despacio. Parece que no aprendemos nunca porque seguimos tropezando siempre con la misma impaciencia. Reconozco que todos estamos cansados de un mar tan embravecido que no nos permite flotar confiadamente sobre su superficie para disfrutar de un baño, como solíamos, de placer a nuestro antojo. Estamos, a estas alturas, hartos de tantas recomendaciones y limitaciones. Pero también estamos abrumados por demasiadas muertes, demasiados enfermos y tanta ruina. No son de extrañar las dudas que nos impacientan cuando vemos que la ola ya la hemos superado y estamos a punto de dejarla vencida, sin posibilidad de atraparnos, en la playa de las vacunas. Ansiamos nuestra vieja y añorada normalidad, aquella que nunca recuperaremos del todo porque nada podrá ser igual, del mismo modo que ningún adulto jamás puede volver a ser niño. Podría intentar comportarse como tal, pero no lo conseguirá. Estos miedos, estas dudas, estas hipotecas vitales, morales y económicas que hemos tenido que asumir para hacer frente a la pandemia condicionarán de alguna manera nuestro futuro, esa deseada normalidad que no acaba de llegar. Y ello nos inquieta y nos vuelve impacientes. Estamos hastiados y se nota en el gesto de la gente, en quienes nos cruzamos cada día por cualquier parte. Los responsables no dejan de augurar que falta poco para ganar la batalla, que no bajemos la guardia, que no sucumbamos en la orilla. Pero cuesta trabajo seguir escuchando consejos de manera indefinida, tan reiterados y, al mismo tiempo, contradictorios, por atender unas veces a la salud y otras, la economía. Vamos descabalgando otra ola y no sabemos si será la última. Es lo que tiene el mar: marea y no sabes si va o viene porque nunca está quieto, y menos encima de una maldita ola.        

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Este blog admite y agradece los comentarios de los lectores, pero serán sometidos a moderación para evitar insultos, palabras soeces y falta de respeto. Gracias.