La muerte es inevitable, y la mayoría de las veces es inoportuna, no se espera. Siempre nos aguarda, aunque nos pasemos toda la vida ignorándola, como si no existiera. Nos sorprende cuando llega, arrebatándonos lo que sólo ella dota de sentido: la vida. Cuando se presenta sin avisar, trunca proyectos y expectativas que creíamos tener tiempo de emprender, sin considerar que mañana es sólo una posibilidad remota que no estamos en condiciones de garantizar. La muerte es esa puerta imprevista que oculta lo que hay detrás y tras la que desaparecemos en la nada como si no hubiésemos nacido. A todos coge desprevenidos y sólo unos cuantos la desean, hartos de estar muertos en vida. Es un misterio que acompaña al ser, el destino inexorable de lo viviente a cualquier escala y en todo tiempo y lugar. Pero la muerte no es el fin para los seres humanos, a quienes la evolución natural les confirió una capacidad racional y los distinguió de inteligencia. Gracias a la razón, los humanos trascienden la muerte con los frutos de su intelecto, con las obras de su raciocinio y con el ejemplo de sus vidas y sus conocimientos. Así, dejan un legado de cultura que enriquece a sus coetáneos y a las generaciones venideras. Por eso, aunque morir es siempre una putada, algunos sobreviven a la muerte y se vuelven inmortales, a los que siempre sentiremos a nuestro lado cada vez que recuperamos su memoria y nos dejamos bendecir con lo que dejaron para nosotros, su herencia artística y cultural. Como la que nos legó Antonio López Hidalgo en sus libros y sus artículos, la que siempre podemos rescatar para oír su voz, apreciar su talento y recordar, con infinita tristeza, la profundidad celeste de su mirada transparente. ¡Qué putada, Antonio!
viernes, 27 de mayo de 2022
miércoles, 25 de mayo de 2022
Sevilla a vista de pájaro
jueves, 19 de mayo de 2022
¿Por qué sigo aquí? (y II)
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El Correo de Andalucía, 3 junio 1990 |
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ABC Sevilla, 7 julio 1973 |
Superada esa etapa de aficiones juveniles y culminados mis
estudios universitarios, tampoco dejé descansar a la máquina de escribir. La
revista científica del órgano profesional en el que estaba obligatoriamente colegiado
acogió los trabajos elaborados, bien en solitario o bien en colaboración con
otros compañeros, a lo largo de mi vida laboral. Adquirí prematuramente
conciencia profesional y social, lo que me empujó a mostrar mi opinión o
experiencia en esos escritos profesionales y en numerosas cartas dirigidas a
los medios de comunicación. Tanto fue así que un amigo de facultad me preguntó
si me dedicaba a mandar cartas al director. Y es que la política, influido sin
duda por herencia paterna, también me ha interesado de forma especial, así como
la lectura infatigable de periódicos y semanarios. Me recuerdo siempre con un
periódico en las manos, desde la época del diario Pueblo, como la de Informaciones
y Diario16, hasta la actualidad de ABC y El País, entre
los de adquisición diaria, y otros de forma aleatoria, como El Correo de
Andalucía, La Vanguardia, etc. También estuve suscrito a revistas
como Triunfo, Cambio16, Scientific American, Tiempo de
Historia, incluyendo a la humorística Por favor, en unos momentos
históricos (finales de la dictadura y nacimiento de la democracia) para el país
y para la formación de mi criterio como ciudadano partícipe de su tiempo. De
ahí mi fecunda actividad epistolar con la prensa.
Sin embargo, mi afición a la escritura no se circunscribió a
estos aspectos técnicos o profesionales. El gusanillo amanuense ha estado
siempre corroyéndome por dentro y no se conformaba con lo expuesto anteriormente.
Durante todos esos años, no he dejado de escribir relatos breves y cuentos que han
ido acumulándose en los cajones de mi mesa o los rumiaba incansablemente en la
mente hasta que los plasmaba en un folio. Son narraciones que reelaboran como
ficción observaciones, recuerdos, experiencias y fantasías que en parte son
propias y en parte inventadas. Unas son muy antiguas y otras, recientes. Pero
todas, o la mayoría de ellas, han sido finalmente recogidas en un libro que, después
de tantos años, acaba de ver la luz mágica de la imprenta. Para mí,
personalmente, significa el culmen de un viejo anhelo, ver cumplido un sueño. Lo
más probable es que el libro sólo atraiga la curiosidad de quienes conozcan mi
obsesión por la escritura y sientan interés de leer lo que escribo, más allá de
lo que expongo en este blog.
domingo, 1 de mayo de 2022
Trabajo y madre
Hoy, y ojalá que siempre, debiéramos en justicia valorar el
trabajo permanente de toda madre por generar una familia, criarla y sacarla
adelante, con esa generosa disposición, sin reservas, a echar una mano cada vez
que sea necesario. En ellas coinciden las circunstancias que hoy conmemoramos: ser
madre y ser trabajadora, sin que puedan desligar una cosa de la otra y sin más
remuneración que el cariño que muchas veces racaneamos. Porque, en estos
tiempos tan egoístas, cuando los hijos recurren a las abuelas como guarderías
que alivian sus ocupaciones y preocupaciones laborales, pensar que las madres
no descansan nunca de trabajar debería llevarnos a reflexionar en, si no a cambiar de actitud,
al menos en ser conscientes de todo lo que se les exige y lo poco que reciben
de gratitud y hasta de afecto.
Y si hoy no nos damos cuenta de ello, al simultanearse ambas
celebraciones, es que somos insensibles y ciegos. Feliz día, madres e incansables trabajadoras.