lunes, 22 de mayo de 2023
El olvido es el destino
La vida no es más un cúmulo de recuerdos con los que
construimos nuestro presente mientras hacemos proyectos para prolongarlos en el
futuro. Sin recuerdos, la existencia no tendría sentido porque carecería de
historia, de un plan por el que guiarse conforme culmina metas que definen
nuevos objetivos, con cuyos recuerdos se elabora el cemento que confiere unidad
y lucidez a toda vida. No es de la vida orgánica de lo que hablo, simple
fisiología de lo viviente, sea vegetal o animal, sino de la vida cognitiva,
consciente de su existencia y, por tanto, interrogadora de su ser, de su por
qué y para qué. Y es ahí, en el raciocinio del ser reflexivo, donde los
recuerdos dotan de finalidad la existencia y proporcionan coherencia temporal y
simbólica a su lugar en la realidad, es decir, en el mundo. Pero, al mismo
tiempo, le pronostican un final, la meta definitiva, que se alcanza cuando el
olvido borra todos los recuerdos y nos abandona en la nada. Tal es nuestro destino.
Y excede a la muerte biológica, porque la muerte definitiva sucede cuando
morimos en los vivos, cuando ya no nos recuerdan y olvidan todo rastro de lo
que, una vez, pudimos recordar. Tal vez soñar.
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