sábado, 27 de abril de 2024

Así no, presidente.

Cuando escribo estas líneas no conozco la decisión de Pedro Sánchez de continuar o no como presidente del Gobierno. Sus dudas obedecen a las acusaciones aireadas por la derecha y la extrema derecha sobre presuntos delitos de corrupción que implican a miembros de su familia, en particular a su mujer Begoña Gómez. Y aunque es evidente que tales acusaciones forman parte de la guerra sucia que las derechas de este país promueven para intentar obstaculizar y, si es posible, derribar el Gobierno del líder socialista, que cuenta con el apoyo de todos los partidos representados en el Congreso de los Diputados, excepto, precisamente, los de de derechas, parece que esas acusaciones sin pruebas colman el vaso del presidente Sánchez. Más aun cuando un juez ha admitido a trámite una denuncia formulada por el pseudosindicato ultra Manos Limpias, que eleva la presión sobre el entorno del presidente a niveles judiciales, a pesar de que el texto de la denuncia no aporta indicio alguno de delito, como marca la ley procesal, sino que reproduce meros recortes periodísticos extraídos de medios de la derecha mediática. La denuncia está firmada por el presidente de Manos Limpias, un exdirigente de Fuerza Nueva y “caballero de honor” de la Fundación Francisco Franco.

Por todo ello, Pedro Sánchez ha decidido, a través de una carta dirigida a los ciudadanos, tomarse unos días para reflexionar si merece la pena que su familia sea objeto de esta brutal campaña de desprestigio y bulos para que él siga ocupando la presidencia del Gobierno. Y el plazo que se concedió para decidirlo expira el lunes, días después de que yo escriba este comentario. Pero, incluso sin conocer su decisión, me atrevo a expresar mi opinión al respecto.

Reconozco que comprendo el impulso del presidente de tirar la toalla. Yo mismo, en circunstancias infinitamente menos relevantes pero igual de trascendentes para mi, he optado por abandonar sitios y ocupaciones que causaban tensión en las relaciones con mi familia o en mi tranquilidad personal. Porque lo que más corroe la moral de cualquiera que se entrega honestamente a realizar su trabajo es que éste no sólo no sea reconocido por sus resultados, sino que se intente infravalorarlo y hasta desprestigiarlo por cuestiones personales, envidias o rivalidad profesional. Y si esto sucede en el ámbito individual y anónimo de cada cual, no cuesta trabajo imaginar lo que se sufre cuando tu objetivo es, nada menos, que el progreso del país y la mejora de la vida de todos los ciudadanos. La frustración que se debe sentir ha de ser inmensa cuando tus adversarios políticos, en vez de plantear alternativas políticas y defenderlas ante los ciudadanos en las instancias y por los cauces que dispone la democracia, recurren al insulto, a la difamación, las calumnias, los bulos y las mentiras no solo sobre tu persona, sino incluso contra de tu familia, sin importar el daño reputacional y emocional que puedan causar. Llega un momento en que ya no se aguanta más y entran ganas de dejarlo todo. Máxime si, como parece, nadie reconoce mérito alguno al trabajo realizado.

Desde el mismo instante en que ganó aquella moción de censura al Gobierno conservador de Mariano Rajoy, en 2018, tras haber sido condenado el partido gobernante por corrupción, las derechas no han dejado de emprender cualquier iniciativa que contribuyese a deslegitimar y entorpecer los sucesivos gobiernos de izquierdas encabezados por Pedro Sánchez. Las derechas no toleraron que las desalojaran del poder, y menos de forma tan humillante, mediante la única moción de censura que ha tenido éxito en la democracia española. Pero todavía menos aun por el motivo que la motivó: la censura a un PP condenado por corrupción. Desde entonces andan enrabietadas por desprestigiar a un Gobierno al que califican desde el primer día como “ilegítimo”, aunque posteriormente fuera ratificado en las urnas. Y no dudan en implicarlo en cualquier escándalo de corrupción que puedan atribuirle, sea cierto o no, con pruebas o sin ellas. Así hasta hoy, cuando parece que, al fin, han hallado el punto débil de Pedro Sánchez: su esposa, a la que acusan de tráfico de influencias. Y el presidente ha dicho basta y parece decidido a dimitir.

Pero así no, presidente, no renuncie de esta forma a la posibilidad de gobernar que le fue confiada democráticamente por los ciudadanos en las últimas elecciones generales. No conceda este triunfo a quienes buscan vencer de mala manera, usando todos los turbios instrumentos de guerra sucia -judicial y mediática-, para obligarle abandonar. Por muchos que sean quienes le atacan de manera tan espuria, son muchísimos más los que le apoyan con sinceridad, desde el compromiso con la democracia, en defensa de los valores y las conquistas que representa la opción política que usted lidera. No los defraude dimitiendo, señor presidente.

Ya sabemos cómo las gasta la derecha cuando se propone derribar, sin esperar el resultado de las urnas, a un adversario ideológico. Juan Carlos Monedero, Mónica Oltra, Victoria Rosell, Pablo Iglesias, Irene Montero, Carlos Sánchez Mato y hasta el juez Garzón, que quiso enjuiciar los crímenes del franquismo, son ejemplos, entre otros, de los cadáveres que la derecha deja en el camino, tras someterlos al acoso político, mediático y judicial, en su encarnizada lucha por el poder a cualquier precio. No se sume usted a esa lista y demuestre que se puede vencer a esta derecha, por muy sucio que actúe. No permita que la derecha consuma el golpe de  tumbar un gobierno por medio de maniobras turbias e inmorales en vez de por el resultado de los votos. La calidad de nuestra democracia depende de la resistencia que muestran los que creen en ella y tratan de evitar que sea erosionada y cuestionada por esos desestabilizadores de la derecha y la ultraderecha, que no aceptan un país diferente al de su modelo nacional-católico. Usted, señor presidente, encarna hoy la resistencia frente a esos nostálgicos de regímenes que no respetan la democracia y que contaminan el debate público con mentiras, bulos, tergiversaciones, insidias, manipulaciones, amenazas e  insultos. Esa “nebulosa de instintos oscuros y de pulsiones insondables”, como diría Umberto Eco, no puede doblegarle.  Asi no, presidente.

Que sean los ciudadanos con su voto los que le marquen la salida del poder, los que le retiren su confianza para continuar gobernando. Mientras eso no suceda, usted tiene la obligación de cumplir su compromiso electoral con los votantes. Todos aquellos que han visto mejorado su salario mínimo se lo exigen. Y los que se benefician de un contrato indefinido, en vez de temporal, en el trabajo. También se lo piden los que han tenido la oportunidad de recibir la ayuda del ingreso mínimo vital o el bono con el que pueden tener acceso a la oferta cultural de su ciudad. Son muchos cuya voz no resuena con el estruendo de los sectarios, pero que también deberá escuchar para ponderar su decisión. Como la de los jóvenes que consiguen estudiar gracias al incremento en el número de becas y demás ayudas familiares. La de los amparados con las medidas de protección frente al desempleo. Y las de esa mitad de la población que, por ser mujer, todavía es víctima de la discriminación y la desigualdad que sufre en muchos aspectos de su vida, incluida su propia seguridad personal frente a la violencia machista. No debe olvidar usted a quienes conservaron su trabajo, gracias a los Ertes ideados por su gobierno, durante la pasada pandemia y la crisis económica. Ni a los beneficiados por las ayudas para combatir la inflación y el alza de precios de la energía y la cesta de la compra a causa de la guerra en Ucrania. Tampoco puede defraudar a los que sobrevivieron a la pandemia del coronavirus al no negar con sus políticas la gravedad de la situación ni la atención que se debía a la población con las vacunas y el reforzamiento de la atención médico-hospitalaria, en contraste con otras administraciones que dejaron morir a ancianos en las residencias por no derivarlos a centros sanitarios. Por favor, señor Sánchez, no desista usted de seguir defendiendo el nivel adquisitivo de las pensiones y la regeneración de nuestra democracia. Permanezca usted en su puesto para seguir procurando la recuperación de la memoria democrática de nuestro país y el reconocimiento a las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura.

Ya sabemos, señor presidente, que la presión y la ofensiva que usted soporta es prácticamente inaguantable. Nadie, en cualquier otro puesto, lo soportaría.  Pero en el que usted ocupa, en la gobernación del país, debe usted resistirla y vencerla. Más que por su bien o el de su familia, por el bien de la inmensa mayoría que confía en usted y en su labor. No permita que se salgan con la suya, mediante una ofensiva inmoral e indigna, los que no consiguen el refrendo de las urnas. Es la democracia lo que está en juego. Y la democracia siempre merece la pena. Piénselo bien.            

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