miércoles, 18 de noviembre de 2020

Premio al poeta de las desgarraduras

Francisco Brines, poeta modesto, nada pretencioso, perteneciente a la generación de los cincuenta del siglo pasado, acaba de ser galardonado con el premio Miguel de Cervantes, el más importante de la literatura castellana, en su 46º edición. Se trata de un premio merecido para un poeta que no busca el reconocimiento de los demás, sino descubrir la pasión de la vida, desde la propia biografía, con su fugacidad y degradación, que incluye la inutilidad última de la pasión, pero también la belleza, el amor y los aspectos sensuales y eróticos en que la pasión se expresa en plenitud. El rememorar elegíaco de Brines se transforma en un “amor profundo a la vida”.

Comencé a leer la poesía de Francisco Brines a finales de los ochenta, cuando adquirí su poemario El otoño de las rosas, aquel que lo convirtió, como dijo Carlos Barral, en “un clásico vivo”.  Quedé subyugado, me conmovió profundamente. Acudí a una presentación que hizo en Sevilla en el salón de actos de una caja de ahorros en la calle Martín Villa. Me impactó escucharlo en persona no sólo por la hondura de los versos que escuchamos de sus propios labios, sino por la timidez, sencillez y honestidad que irradiaba, que denotaban a un ser nada pretencioso ni fatuo.

Brines canta a la pasión desde la desolación, desde las desgarraduras de un sentimiento de frustración que huye del idealismo trascendente para aferrarse a la experiencia sensible, como describe Juan Carlos Abril en su edición del Jardín nublado briniano. Entre esa experiencia vital y la reflexión ética, con la que formula una construcción pagana, alejada de todo contagio religioso, discurre la poesía del flamante premio Cervantes, en la que el amor, el fracaso, las heridas, la soledad, la condición inesquivable del tiempo que acota esa quimera hecha de plenitud y vacío que llamamos ser humano, forman parte de sus motivos más recurrentes.

Este premio, uno más, concedido cuando Brines, delicado de salud pero mentalmente lúcido, alcanza los 88 años de edad, le fue otorgado por ser el poeta que “más ha ahondado en la experiencia del ser humano individual frente a la memoria, el paso del tiempo y la exaltación vital”. De hecho, sigue trabajando en un nuevo libro titulado “Donde muere la muerte”, en el que posiblemente volverá a exponer su artesanía poética sobre la aventura efímera de la vida que es el hombre. Pero su epitafio ya nos lo dejó escrito en “Mi resumen”*:

“Como si nada hubiera sucedido”

.Ese es el resumen

y está en él mi epitafio.

 Habla mi nada al vivo

y él se asoma a un espejo

que no refleja a nadie.       

 

*: Último poema de Jardín nublado, de Francisco Brines, edición de Juan Carlos Abril. Colección La cruz del sur, antologías, de la editorial Pre-Textos. Valencia, 2016.

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