Adentrarse en el antiguo Convento de la Merced, reformado y
ampliado desde 1835 para convertirse en la sede del Museo de Bellas Artes, es asistir
a una lección de historia sobre la pintura sevillana, desde el Barroco hasta el
Romanticismo, pasando por el Renacimiento. Allí encontraremos obras de Murillo,
Zurbarán o Valdés Leal, entre otros. Y también esculturas de Torrigiano,
Martínez Montañés y Juan de Mesa. Además de dibujos y otras piezas.
Hay que reconocer que, siendo jóvenes, era aburrido ir al
Museo. Pero conforme tu formación te hace consciente de la importancia y el
valor de las obras que allí se exponen, la sorpresa no deja de aparecer en cada
nueva visita, como nos ha pasado esta última vez. Sorprendidos y maravillados
del tesoro que tenemos en nuestra ciudad y que es más apreciado por turistas
que por nosotros mismos. La vida de un museo son sus visitantes, los que hacen
que su contenido no languidezca entre la indiferencia social y la desidia
institucional. Aprovechemos estas fechas de remanso vacacional para insuflar
vida al museo y cultura a nuestras vidas. Saldrán gratamente sorprendidos.
(Fotografías del autor)
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