Casi un año después, más de un millón de españoles ha
sufrido o contagiado la enfermedad y alrededor de 80.000, no existen datos precisos,
han muerto por su causa. Parecía, cuando iniciamos la desescalada de aquel
rígido enclaustramiento que mantuvimos durante más de tres meses, que habíamos
doblegado la capacidad de transmisión de la enfermedad y que con medidas de
higiene y distanciamiento interpersonal podíamos ir asumiendo una “nueva”
normalidad que posibilitaría una vida más llevadera, con apertura de comercios
y el retorno paulatino de la actividad laboral. Fue una ilusión.
En verano se relajaron las medidas para, entre otros
motivos, “salvar” la temporada al sector turístico, la gran industria de este
país. De hecho, algunos -yo entre ellos- aprovechamos la oportunidad para irnos
de vacaciones, puesto que imaginábamos que sería igual pasear con mascarillas
en nuestra ciudad que en la playa. Pero fue un verano extraño, en que el recelo
a las relaciones y la asfixia por la mascarilla y el calor hicieron de aquellos
días algo parecido a una película de constante tensión. A finales de septiembre,
una segunda ola de contagios brotó para recordarnos que la enfermedad campaba por
sus respetos en nuestro país y que nada la detenía, menos aún si continuábamos con
el relajamiento de las prevenciones sanitarias. Así, nuevas restricciones
volvieron a limitar las reuniones, las aglomeraciones y nuestra inevitable
tendencia a la concurrencia social, tanto en la calle como en nuestras casas. Las
nuevas medidas no fueron tan estrictas como las de marzo, pero ayudaron a
rebajar la tendencia al alza de la curva de contagios, sin llegar a aplanarla.
Es por ello que vuelvo a sentir que vivo otro
enclaustramiento, no tan extremo como aquel, pero sí tan desesperante. Porque
desespera y agobia que, después de tanto tiempo y tantas medidas, sigamos
prácticamente en la misma situación que al principio, a pesar de que ya existe
una vacuna que aporta alguna esperanza de vencer esta epidemia. Vuelvo, pues, a
mis vivencias de un (casi) enclaustrado.
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